Cristian Robles, entrevista al autor de IKEA Dream Makers: «me imaginaba que era yo el que estaba encerrado ahí»
Vanity Dust —En efecto, IKEA parece la fábrica y la macrotienda ideal para que todos nuestros sueños y deseos se hagan realidad: una nueva vida bohemia te espera cuando tu novia te deja, ya puedes redecorar la casa de tu abuela si la ha palmado y te ha tocado en herencia y si eres pobre y miserable puedes simular que vives en un loft neoyorkino con un par de estanterías Billy. Y suma y sigue…¿cómo desarticulas este persistente mensaje que apela al bienestar y al confort para convertir el lugar en un sitio terrorífico en el que el protagonista de IKEA Dream Makers queda atrapado y entra en un espiral de terror y paranoia?
Cristian Robles —Tienes razón, IKEA no es un lugar al que vas simplemente a comprar. He visto a mucha gente soñar en IKEA, gozando en los sofás, tumbados en las camas, sentados en sillas, haciendo ver que cocinan, o imaginándose su vida/casa a largo plazo. En algún sentido, IKEA fabrica sueños para personas, y esas personas están muy contentas. Pero están contentas caminando todos en la misma dirección, con la esperanza de comerse un hotdog por 50 céntimos cuando estén muy cansados. Yo me he sentido así muchas veces, y en realidad es genial. ¡Me encanta!, pero hay algo que está podrido en todo esto. Este sentimiento de bienestar. Así que decidí pensar en cómo sería una vida construida por el mismo IKEA, pero al margen de esta felicidad contrachapada. El simple hecho de personificarlo y ponerle un gorro me dio una visión más clara de lo que me imagino que se esconde detrás de la multinacional.
—Me sorprendió especialmente tu uso de la fantasía —de terror—, huyendo de lo que podría ser cómic realista que quiere ser crítico con el consumismo y la producción capitalista. ¿Por qué el delirio y la fantasía toman las riendas de tu cómic en vez de dejarte llevar por el cómic de tinte más realista?
—Me gusta afrontarlo de esta forma, desde un punto de vista más surrealista pero, en cierto modo, sin perder de vista el comportamiento (real, o no) de una persona en esa situación. En realidad, en muchos momentos (sí, el de la caca también) me imaginaba que era yo el que estaba encerrado ahí, y para bien o para mal, supongo que el hecho de haber escrito esto desde un punto de vista subjetivo me da más libertad a la hora de explayarme en las situaciones que me apetecía desarrollar y de que forma.
«En muchos momentos me imaginaba que era yo el que estaba encerrado ahí»
—En este sentido, ¿consideras el humor y el surrealismo herramientas más afines a ti que la tragedia servida cruda en un plato tan gris como el cemento?
—Por supuesto. Mi intención no era crear ningún tipo de drama emocional, ni pretendía evocar tristeza con esta historia. Prefiero que la gente se ría.
—Tu estilo, según afirmas, proviene de autores como Dave Cooper o Michael DeForge, ¿qué influencias tuviste en mente a la hora de trabajar en IKEA Dream Makers?
—Pues sí, esta claro que son dos referentes que me han marcado, pero ahora estoy en un punto en el que estas influencias me sobrepasan, por lo que prefiero inspirarme con otro tipo de formatos, como la música o el cine. En este caso, ¡el rap de los 90 ha sido de gran ayuda a la hora de dibujar ladrillos y cemento! Aprovecho para dejarte el enlace de la playlist inspiratoria que hice:
«Ahora prefiero inspirarme con otro tipo de formatos, como la música o el cine. En este caso, ¡el rap de los 90 ha sido de gran ayuda a la hora de dibujar ladrillos y cemento!»
Lista Spotify: «IKEA Dream makers»
—Háblanos, ya que llevamos cuatro preguntas a machete con el cómic, de tu carrera como dibujante, ¿dónde comienzas y cómo transcurre tu viaje por la profesión hasta que revientas las gigantes cajas registradoras del gigante sueco de los muebles? (creo que ‘gigante sueco de los muebles es una expresión digna de ‘hoguera’)
—Estudié tres años de ilustración en La Llotja, donde tuve la oportunidad de explorar todas, o casi todas las posibilidades de la misma, pero no fue hasta el último año (proyecto final) que me empecé a interesar por el cómic en general. Entonces decidí embarcarme en el larguísimo viaje de la novela gráfica. Llevo un año y medio de trabajo en un cómic en el que aún estoy trabajando y que en un futuro, no muy lejano, tiene que ser editado. Entretanto, he participado con historias cortas y dibujos en varios fanzines (Thorazine, Sabandija, Snuffcomix, Clifft…). Pero fue gracias a mis emprendedores compañeros que empezamos a introducirnos poco a poco en el mundo de la autoedición, y de ahí surgió Sacrificio, un fanzine colaborativo de tirada MUY corta, que nos sirvió de ensayo para poder pensar en nuevos proyectos personales, como IKEA Dream Makers, el cual surgió un día en el que mi novia y yo pasamos una mañana entera en IKEA escogiendo una estantería. Entonces empezó a tomar forma el tema de hacer un cómic sobre la multinacional, fuimos a comer, soñamos un poco, y decidí que sería el próximo proyecto que intentaría llevar a cabo pensando, claro, en que era “difícil” que alguien lo publicara.
—¿Cómo llegas a los editores de DeHavilland y cómo ha sido el proceso de trabajo con ellos? ¿Ha habido algún tipo de trabajo conjunto en la edición del cómic?
—Una semana después conocí a Dehavilland a través de Facebook, o alguna red social del estilo. Se interesaron por mi trabajo y al poco tiempo contactaron conmigo y me propusieron hacer un cómic con ellos. Les explique mi proyecto, en el que ya había estado trabajando y les gustó: ¡En cuestión de 6 meses ya lo teníamos listo! Puedo decir que fue una gran suerte conocer a estos dos grandes editores.
«El trabajo ha sido totalmente conjunto. Nuestro sistema consistía en tomar una cerveza, les explicaba lo que tenía y a partir de ahí ellos me recomendaban cómo seguir. Un sistema muy productivo. Se podría decir que el producto final es a nuestro gusto (editores y autor), totalmente»
—Una pregunta bastante clave, ¿por qué Caleb, el protagonista, lleva un sombrero que es como un cono acabado en punta?
—¡Muy clave! En algún momento de la historia, Caleb tenía que desenroscarse la parte de arriba de la cabeza, y ahí es donde tenían que estar los planos de la huida, pero lo descartamos rápidamente.
—No es que sea un lector conservador, más bien todo lo contrario, pero me sorprendieron ciertos momentos algo guarros del protagonista cuando está en la celda —no quiero explicar el qué para no spoilear a nuestros queridos lectores—. Mi sorpresa me hizo dar cuenta de lo agilipollado que a veces te quedas —si te despistas— respecto a la típica sumisión a lo políticamente correcto, ¿hasta qué punto has buscado una provocación como forma de expresar el singular ‘viaje’ de Caleb?
—No sabría decirte el porque, quizás me relaja el hecho de poder tratar temas escatológicos en su máximo esplendor. En realidad es un factor importante en la mayoría de mis historias. A mi madre no le gusto nada este trozo.
—Podría seguir haciéndote preguntas cada vez más largas hasta llegar a liarme yo solo y joder el resto de la entrevista, y eso es lo último que quiero. Así que te lanzo la última, sobre un tema que se merece todas mis alabanzas. Soy de los que piensa que las presentaciones en librerías o similares suelen ser bastante coñazo, con un formato caduco o normalmente llevado a cabo de forma rutinaria y más bien gris. Por eso, aunque no tuve el gozo de poder asistir, hiciste un tour real por IKEA para presentar el cómic. Imagino que sería una experiencia cojonuda, antirutinaria —ir a IKEA a hablar de un cómic delirante sobre lo mal que lo puedes pasar si te quedas atrapado en un túnel de ventilación— y que los afortunados disfrutaron cosa mala, ¿cómo surgió la idea? ¿cómo respondió la gente? ¿robó alguien muchos lápice de esos minúsculos y molestos que hay al principio?
—Fue a mis visionarios editores a los que se les ocurrió una idea tan genial como esta. ¡La verdad es que estuvo muy bien! A pesar de que yo tenia fiebre ese día, fue genial. El hecho de pasear por la ruta de IKEA con el cómic en la mano y haciéndonos fotos en todos los muebles, sofases y demás, fue muy divertido. Yo creo que la gente que pudo venir se divirtió bastante, porque estoy seguro de que no veían IKEA con los mismos ojos.
Dudo que hubiera una sola persona que se fuera de la tienda sin un lápiz en el bolsillo, añadiendo también a los que no venían a la presentación…Pero el tema de los lápices puede dar mucho de sí, quizás para una segunda parte.