Lo que comenzó siendo un proyecto tan simple como grabar a djs de alto vuelo capitaneando una sala con buen sonido y gente gozándolo es ahora un imperio y lo conocen hasta en el Liceu. Boiler Room da la razón a una de las premisas del marketing empresarial pero aplicado al onfireismo electrónico: tu nuevo proyecto debe poder explicarse en menos de 20 segundos, es decir, en una sola frase: una cámara, un buen lineup y un streaming detailed.

NEW YORK, NEW YORK

Uno de los grandes filones de Boiler Room ha sido el tema de las localizaciones en ciudades, ya sean cunas de la electrónica o sitios en los que todavía está emergiendo. De golpe, el hecho de pillar a djs o artistas de la ciudad o del país en una de sus grandes ciudades es otro foco de orgullo para la escena que los circunda. Pero, además de la ciudad, otro punto clave es la ubicación concreta de la fiesta. Y ahí entramos, de nuevo, en un tema delicado y relevante: una cosa es empezar a hacer el memo y pinchar en el Machu Picchu o en el Ártico (rollo espectáculo en plan tele norteamericana) y la otra es pinchar todo el rato en clubes y en reservados modo VIP que acaban por ser, salvo contadas ocasiones, un aburrimiento y casi la misma cosa. Al igual que en el budismo, existe un camino medio, es decir, un lugar excepcional sin que sea ni una horterada pretenciosa ni un coñazo clubber con cero creatividad.

DARKSIDE: NICOLAS JAAR, DAVE HARRINGTON Y EL SÚMMUM DE UN DIRECTO CONTEMPORÁNEO

A mi entender, el mayor ejemplo de sesión Boiler Room que ha logrado este equilibrio hasta la fecha es el directo de Nicolas Jaar y Dave Harrington cuando juntos formaron DARKSIDE. Una edición impecable, un live demoledor, un público atento y un atardecer en Manhattan con vistas de escándalo. Hay un comentario destacado en YouTube que afirma que es uno de los momentos más emocionantes de la música contemporánea. No me parece descabellado: Nicolas Jaar y Dave Harrington y su toque de luz en tiempos de oscuridad.

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