Vanity Dust

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¿Tú también eres un lover-hater de la poesía? ¿Y del fútbol?

Supe de Ben Lerner más o menos en 2013, cuando Literatura Random House publicó en España Saliendo de la estación de Atocha. Pero no leí la novela, ni nada suyo —tampoco sus poemas— hasta que cayó en mis manos su breve y sentido ensayo publicado por Alpha Decay El odio a la poesía, hace unos meses.

Si algo he sacado en claro de El odio a la poesía no son precisamente motivos o razones añadidos y específicos de la poesía para odiarla o amarla. Más bien, todo lo contrario: cuanto más insiste —o se aleja— Ben Lerner de otros terrenos para diferenciarla, más cerca veo sus problemas y contradicciones hater-fílicas de cualquier otra disciplina, sea artística o no.

Otra forma de decirlo es que Ben Lerner se toma la poesía como algo muy personal, tan personal que parece no ser capaz de compararla con nada que no sea la poesía misma —es decir, solo es capaz de hablar de poesía o poetas de otra época o desde otra perspectiva dentro del mundo de la poesía, ya sea la visión del lector de poesía, la de un autor no publicado que escribe poesía, etcétera...—, pero cualquier analogía con cualquier otro tema sociológico y/o artístico le resulta estéril, ergo, aislado de la conexión realista que pretende la poesía para acercarse a la realidad aka verdad o una u otra, según como el poeta se remilgue a sí mismo.

Sin embargo, ahora que reviso el libro tras haberlo leído hace algún tiempo, pienso en las fabulosas analogías que pueden hacerse self made aka by Vanity Dust en diversas partes del libro con otras materias mucho más mundanas o, según como Ben Lerner lo mire, sorprendentemente artísticas. Temas que en el libro parecen no existir ni tener nada que ver con la poesía, y pienso en cosas como el fútbol —viendo el contenido de El odio a la poesía nos valdría casi cualquier cosa, en serio, solo hay que meterse en el mood del lateral thinking y jugar un poco, tiquitaca—.

 

Ben Lerner, poesía y fútbol

Os preguntaréis si la mención al fútbol es casual y la respuesta es no. El fútbol me la suda, bastante más que la poesía, de hecho. Sin embargo, pensé en ello cuando recuperé este par de citas de Ben Lerner en El odio a la poesía:

Podríamos pedirle a la gente a la que no se la suda el fútbol —mejor todavía, hablemos de la gente que se lo toma muy a fondo, como Monsieur, residente actual en Visionaere G.— su opinión acerca de estas dos citas de Ben Lerner, aunque cambiando algunas palabras. Veamos lo que dicen en Cultura Colectiva en este artículo:

El periodista que firma el artículo, Vicente Rendón, termina la pieza con esta sugerente y espinosa cuestión: ¿Alguna vez volveremos a ver que el fútbol es jugado con el corazón y no con dólares?

No sé si a Ben Lerner le sorprendería ver que detrás de algo aparentemente tan mundano y superficial como el fútbol haya un debate de cómo es o deja de ser el verdadero fútbol, que en este caso se ve amenazado principalmente por los dólares, el money laundering y demás mandangas.

Sea lo que fuere, muy le pese a Berner y/o a otros, el fútbol tampoco está a salvo de una definición purista y creo que si hay algo que lo define es precisamente que no hay acuerdo ni en lo que es o no un penalti de verdad. De hecho, joder, no hay seguidor que no se haya ido a dormir con pesadillas sabiendo que le habían robado el partido. No, no tiene que ser fácil ser seguidor de algún equipo, ni rico ni pobre, ni auténtico ni financiado con petrodólares.

Revisemos la frase de Ben Lerner haciendo un remix con la del fútbol: 

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Hecho este breve y fútbol poético remix, debemos preguntarnos lo siguiente: si el fútbol no puede compararse con la poesía, o la poesía no es poesía o algunos poetas tienen un problema aka complejo poético de sobreprotección con su equipo. Es como el futbolista que, por miedo a no perder el balón, no lo pasa, y se lo acaban quitando. Para eso existen los contraataques, de hecho, o los poetas que hablan de la vida y dejan que sean otros los que definan su poesía, sus filias y sus fobias. Así no hay goles en propia puerta y tu portero se ocupa de no dejar los malos chutes entrar. Como los malos jugadores en los clubes de primera —se entienden dobles lecturas, ¡amigos electrónicos!—

Algunos amigos de Vanity que también son poetas

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