¿Quieres conocer a mi soundsystem? Los 7 pasos para intimar con él
Desde que me instalé en el piso franco de Barceloneta Central Scrutinizer, hará más de dos años, si una cosa ha mejorado en mi vida esta es, no doubt, el soundsystem. Hay gente que durante este tiempo ha tenido hijos, escrito libros, cambiado de curro, perdido el curro o, incluso, ha invadido otro país. Qué sé yo, la gente hace muchas cosas en dos años. Y si algo puedo testificar, en lo que a mi concierne, es que he cuidado mi soundsystem con el rigor y la atención con los que los monjes zen cuidan sus jardines o gente que está muy sola hace crecer sus bonsáis. Pero no penséis que la cosa fue de un día para el otro, ni mucho menos. Trabajar mi soundsystem ha sido un proceso lento aunque constante, caro pero satisfactorio, cuyos mayores momentos de esplendor y armonía suele ser durante el reenganche o en época festivalera.
La cuestión de su crecimiento exponencial (pongamos desde el grado 0, es decir, el sonido de los altavoces del iMac, hasta las 5 piezas actuales+la tableta para controlarlo todo) ha ido muy a la par que el grandioso descubrimiento de que mi piso está tremendamente bien aislado y, haga lo que haga, ningún vecino ha protestado jamás. Para alguien como yo, este potencial de ruido es como que te toque la lotería, literalmente. De hecho, si me tocase la lotería haría exactamente lo que he hecho en este piso: montar un búnker electrónico y petarlo a lo loco. Es decir, si lo he hecho realidad, técnicamente, me ha tocado la lotería.
La primera idea de olla se llamó Bacanal KRK Rokit6. Me los recomendó un colega vinculado al mundo de la jarana y los conseguí de segunda mano. Se los compré antes de un Sónar a un choni de la periferia que había perdido el curro y se desprendía de sus altavoces para mantenerse. Así que fue un gesto que me ennoblece doblemente: cuidar mis oídos con gran sonido y ayudar al mundo lumpen a seguir petándolo. Ahí fue cuando puse a prueba lo que yo pensaba que sería la tolerancia normal de cualquier vecino: 15 personas en casa durante toda una noche y un volumen de 45 decibelios. Para la Guardia Urbana eso es equivalente a acabar en la cárcel por desorden ravero. Un día, al no poder explicar esta enorme tolerancia y paciencia vecinal, decidí salir al rellano y cerrar la puerta de casa. Me quedé de piedra al descubrir que no llegaba ningún sonido al exterior. Emocionado, dos lágrimas recorrieron mis mejillas. Igual que cuando te toca la lotería, vamos.
Si de algo adolecemos en Occidente es, huelga decirlo, el infinito deseo que la gran mayoría nos empeñamos en intentar colmar. Víctima de ello, me autoconvencí para creer que necesitaba un tremendo subwoofer. Pensé que eso ayudaría a los Rokit6 a purificarse, ya que los graves se irían abajo y ellos podrían hacer una party de agudos mucho más a gusto. Y así fue. Pedí ayuda al foro de Thomann, una empresa muy tocha de sonido que vende online. Les hice caso y me llegó a casa un Samson Resolv 120a. Su tamaño es como el de una mesita IKEA, la típica de 5 pavos, pero que vibra si le pones un cubata encima. Y, si te pasas de listo, el vaso puede petar. Con la llegada del Samson la cosa se puso a otro nivel: la cocina se sumó a la fiesta. ¿Qué quiero decir con eso? No, no es que pusiese el subwoofer en la cocina, sino que al calibrar el Samson vibraban todos los vasos dentro del armario. Y mis vecinos, sin quejarse.
¿Qué problema tenía ahora? ¿Cuál era mi necesidad añadida? Simple: una cosa es pinchar y estar con el ordenador y la otra, muy diferente, es estar en el sofá. El sonido solo funcionaba bien para una de las dos opciones. Necesitaba dos altavoces auxiliares para paliar el desequilibrio y ser muy feliz ya para siempre jamás (hasta cuando tenga suficiente pasta como para comprar un club entero y poder meter ahí unos Funktion1). Un gran colega que trabaja en una tienda de sonido me aconsejó unos M-Audio que recién acaban de salir en su nueva versión. Toma ya. Para gestionarlo todo, he tenido que pillarme una Alto TMX52. Mi jardín zen está completo, a diferencia de que la arena vibra y es imposible hacer circulitos perfectos con montañitas en medio. Aquí todo se trata de fluir. No creáis, a veces se me hace algo raro lo de encender hasta 7 cosas para poder embalsamar mis oídos y agradecer a la technera providencia por esta lotería electrónica. Estáis todos invitados a petarlo, cómo no.