Haters, Asco y Selfies en Barcelona Summer'15 | Placeres y esperpentos de un fin de semana sin dormir
Haters, selfies y asco en Barcelona | Verano 2015
[dropcap style="normal or inverse or boxed"]L[/dropcap]a noche del viernes no debería haber salido, pero me vine arriba. En verano, y esto lo he confirmado con varias personas de confianza, un flow desaprensivo e irresponsable firma una alianza con el vicio en Barcelona y es complicado escapar de él. Bueno, mentira, no quieres escapar de él. Sí es cierto que hay otras opciones: ir a la playa, comer verduras, ir en bicicleta pública a tomar por saco o pasear sudando a mares por el barrio de Gràcia. También puedes pasarte el día en Tinder destrozando tu autoestima intentando hablar con las guiris norteamericanas, odiándote por 1) no tener una sola puta foto buena en tu perfil 2) haberte pasado la vida creyendo que con el inglés que te daban en la E.S.O. tendrías suficiente para sobrevivir. Como iba diciendo, el viernes acabé viendo pinchar a Matías El Gato, un dj absolutamente defenestrado y en horas bajas que, según parece, él mismo se resigna a asumirlo. Gafas de sol de mierda, temas de cuando lo petaba hace diez años y otros nefastos intentos de molar que mejor obviaremos por el bien de todos. Suerte que en el reservado el ambiente era otro, con gente que venía de pinchar de otras salas y que, aunque tenía poca droga, yo recibía la suya y ellos aceptaban la mía con loable coordinación. A veces, aunque no suele ser así, jugar en casa tiene momentos positivos. Quedé totalmente flipado por otro dj que pinchaba en una sala más pequeña. Apenas conocía su nombre y no le tenía demasiado controlado, pero FareMonte se marcó uno de esos sets suaves, elegantes, de beat que muerde sin dejarte marca y sutiles arañazos que recuerdas el día después. Eso salvó mi noche, eso y las birras sacadas freshly y sin mesura de la nevera y el tener los bolsillos llenos de energéticos medicamentos. Hay gente que usa el ventolín cuando sus pulmones no le rinden y sigo sin entender por qué todavía no se aceptan otros fieles instrumentos que te hacen respirar igual de bien y encima son mucho más divertidos que chupar un tubo en forma de L. Pero ese es otro tema que escapa, por ahora, a mi voluntad.
De regreso a casa, me tumbé en la cama y conseguí dormir unas 4 horas. En condiciones normales, suelo dormir entre 9 y 12 horas, pero hay días en que sencillamente no lo necesitas, estás en otra. El sábado por la tarde, con el pleno uso de mis facultades, estuve leyendo relatos de Carver, una novela de James Ellroy y mirando por la ventana pensando en haikus basados en un cómputo que tres variables: nivel de pivonismo de una guiri, cutrez y primarkismo en el vestir, es decir, escasez de partes del cuerpo cubiertas. Os pongo un haiku aleatorio que recuerdo de aquella tarde:
I am nasty yey
Me voy a la playa chicos
Rape me en el Besòs
Decido no cenar porque los turboreactores están muy adelantados en su proceso onfireista y mi dependencia alimenticia queda puntualmente y hasta nuevo aviso suspendida in da flow. Llega la noche y mi whatsapp está siendo sitiado por una chica de Chipre que no recuerdo haber conocido pero que, sin embargo, ella está convencidísima de que somos amigos. Le digo el lugar al que voy a ir y ella dice que se apunta. Tengo lista, y eso es gracias a una hermosa colega que, ya sea de forma presencial o meramente desde una cercanía espiritual, cuida por mi integridad financiera y etílica y hace mi vida más agradable y yo procuro hacer lo propi0 c0n otro tipo de muestras de afecto. Pero una cosa es tener lista y la otra es ofrecerla a terceros. Y Chipre Girl, debo admitirlo, no tiene lista. Uno tiene que ganarse estas cosas. Tienes que ganarte el pan, tienes que ganarte una paliza, tienes que ganarte estar en lista. En la mayoría de los casos, debes ofrecer algo a cambio. Y hace tiempo que los trueques con mi paciencia están muy sold out (creo que es la frase más pretenciosa de Summer'15).
Hace ya tiempo que no espero gran cosa del ambiente nocturno de Barcelona, ya lo sabéis. No espero techno con cuartos oscuros, ni baños mixtos sin seguratas, ni un sonido realmente cuidado, ni horarios acorde con lo que viene a ser la libertad que suele asociarse a la edad adulta en un mundo normal. Y lo que menos espero, sin duda, es gente que la sepa comportarse. Alguna hay, como también había algunos alemanes que escondían a judíos mientras Hitler montaba su German Creepy Horror Show, o como algún que otro camarero te devuelve bien el cambio aunque sepa que vas un poco ciego y que no lo vas a revisar. Pero lo de la noche del sábado superaba con creces la miseria más conformista que soy capaz de tolerar. Recuerdo en especial a un niñato borracho, obviamente extranjero, de unos veinte, que se iba cayendo hacia atrás medio adrede y chocando contra mí. A la tercera o cuarta no me quedó otra que marcarle un codazo que exaltó sus ganas de numerito. Él se vino arriba con algún improperio en inglés que me supo a nada. Y entonces fue una tía la que no sé qué hizo para golpearme por el otro lado. Estar rodeado de turistas borrachos, teens y analfabetos no es el sueño de un clubber honesto. Aparté a la tía mientras le acariciaba el cabello y le sugería dulcemente you should go to Salou. El niñato mongoloide se abalanzó de nuevo hacia mí y reclamó su nexo familiar con la petarda: ¡es mi hermana, son of a bitch!
LOS CÁLCULOS HORARIOS TE HAN VUELTO A DEJAR NUDE ANTE EL PERCAL
Lo que no he comentado antes es que llevar tanto tiempo de clubber en Barcelona sí tiene algunas ventajas. Una de ellas es que, si a los 18 me echaban de todas partes por fumar porros e intentar robar botellas de las barras, a mi edad actual, con mi elevado estándar de educación, savoir faire durante 24 horas ininterrumpidamente y mi profesionalidad como periodista musical con temblor de manos y labios quebrados, me he granjeado la simpatía de casi todo el mundo. Y también, cómo no, del colectivo de los tipos de seguridad. Y antes de liarme a porrazos con el pelele y su hermana, envío un whatsapp a Kunta Doorman: estoy delante a la derecha. Necesito tu técnica Molinos del TechnoQuijote. En pocos segundos, dos sombras de casi dos metros de altura invaden mi zona de baile y envuelven al drunk teen dancing with her sister. Me permito sonreír y cerrar los ojos, un gesto que llevo praticando muchos años y que me da sumo placer. Es algo así como un mindfulness intempestivo: despréndete de todo y deja que la violencia baile a tu alrededor. Noto como mis pestañas se mecen levemente con el beat. Activo de nuevo mi retina para presenciar cómo la progenie es arrastrada hasta la puerta de salida de emergencia. Se ha hecho justicia. Las dos sombras desaparecen tan sigilosamente como han aparecido y yo les rindo un leve cabeceo en señal de agradecimiento.
Con la coña, se han hecho ya las seis de la mañana y salgo atolondrado del club. Me cruzo con Chipre Girl en la salida, está hablando con dos italianos muy borrachos que intentan tirarle la caña sin que ella se entere muy bien qué está ocurriendo a su alrededor. Es como si en Chipre procesasen los estímulos en diferido, como si su velocidad de procesamiento estuviese todavía decodificando lo que ha ocurrido a las tres de la madrugada. Dicho de otro modo, Chipre Girl es lenta. En un acto de somera generosidad, decido comentarle que hay un after secret location al que pienso ir para seguir quemando noche y neuronas. Mientras llamo para que me confirmen la dirección, uno de los dos italianos me pide que les haga una foto. Con la cara más hostil que puedo ofrecerle en ese momento, pillo el cacharro de móvil y la saco.
—Joder, está foto es una mierda —suelta el spaguetti a la putanesca.
—Verás, tortellini al pesto. Lo que es una mierda es la pinta que tienes apoyado contra la puerta de este garaje lleno de meados, babeando y sin saber qué coño harás con tu vida dentro de 30 minutos. Y, respecto a la calidad de la foto, quizás deberías considerar cambiarte este móvil de pacotilla y que, con la poca luz de ahora, tienes suerte: tu cara se ve medio borrosa. Y si nos disculpáis —levanto las manos con las palmas hacia arriba, como diciendo es lo que hay —, tengo que enseñarle a esta joven indefensa de Chipre lo que son los afters en Barcelona. Nos largamos a la puta guerrilla de la decadencia—continúo sabiendo que han perdido el hilo—, cosa que no puedo ofreceros porque vuestro aspecto ya es suficientemente Silent Hill Reloaded.
Pillamos el metro para evitar un viaje en moto que podría reventar el alcoholímetro y, con los nuevos tests de mercadotecnia, obligar a hacer horas extras a todo el laboratorio que analiza sustancias y que, por alguna razón que no puedo explicar, me imagino que está en el Clot. Es por su bien, con los recortes no quiero que los pobres scientists tengan que trabajar a desgana. De camino al antro compro un zumo y hago unos estiramientos, así siento que realmente estoy cambiando de vida y mejorando mi flow. Me jode que nos hagan pagar, por mucho que sea un 2x1 en plan colegueo. Pero es normal, hay que contribuir a la causa y esta gente se está jugando el pellejo con su techno party hard. Efectivamente, el ambiente es dark y la peña muy random, hay bastante person averiado. Por supuesto, yo soy uno de ellos. Me sorprende encontrarme con mucha más gente conocida de lo que pensaba. Desde un viejo amigo con el que colaboré montando un festival hasta un compañero oldschool de la Facultad de Periodismo. Nos abrazamos y nos ponemos a gritar acerca de cómo se nos puede ir tanto el asunto de las manos y dejarnos arrastrar hasta garitos así. Es el verano. El vicio. El descontrol moral que se va apoderando lentamente de nuestra generación, si es que no lo ha hecho ya. Mi colega TechnoJournal me pregunta si llevo algo encima. Y claro que llevo algo encima, joder, estamos en un fuckin antro con decoración futurista de cartoné que tiene hasta agujeros acristalados y con luces en el suelo. Y es verano, hostias. Hace un calor delirante, me suda la cara entera y eso agrieta mis ojos y permea mis sienes y hace que mi mandíbula sea capaz de abrir una botella de cerveza con un solo roce.
AFTER FAMILY PACK. ELLA, SU TÍA Y MI LENGUA
Saco las bolsitas que llevo cuidadosamente guardadas en los bolsillos y elijo la blanca, que tiene speed suficiente para llenar un cañón de nieve artificial en Baqueira. Le sirvo una línea a TechnoJournal y dice que no se la piensa meter toda. Pero sé que lo hará. Todos lo hacen. Todos lo hacemos. Yo hago lo propio y regresamos a la pista de baile con las manos arriba y una sonrisa del que no tiene nada que perder. De golpe me acuerdo de que tengo bajo mi custodia a Chipre Girl, que baila como el muñeco de Elvis que tan de moda estuvo en los coches después de, si no recuerdo mal, un afortunado anuncio de Levi's en épocas de prosperidad con un track mal envejecido de Mr. Oizo. Pero ella no es Elvis, y no estamos en una carretera desértica del Oeste de USA. Le pregunto si todo bien y dejo que mi mirada recorra la pista, dejándola vagar en busca de algún estímulo más agradable que las hormonas macho alfa que han sitiado el lugar. Y, entonces, veo algo. La veo a ella.
Ocurre pocas veces pero, afortunadamente, este tipo de conexiones nocturnas/mañaneras siguen dándose en mi vida. Este último año ha sido revelador en este sentido: he renunciado (me he dado de baja indefinida) del amor duradero y exclusivista enfocado a un único especímen humano con ADN de hembra. No puedo con ello, ni con mi paciencia. Igual en otra vida, si en esta no logro alcanzar el Nirvana, puede que lo intente de nuevo, pero no más. Y es ahí dónde este tipo de conexiones extrasensoriales como la que estoy viviendo (aunque procedan de los sentidos, abren las puertas de la percepción a otros factores desconocidos) con bellas mujeres en lugares inhóspitos toma una dimensión capital. Es una mirada, un gesto, una leve mordedura de labios, un movimiento de cadera, algo que percibes como una señal inequívoca de que una mujer quiere decirte algo muy importante, te reclama para que hagas el papel que tanto disfrutas haciendo y confía en que lo harás mejor que nunca, eso y el tremendo placer de que te follen y te dejes follar. El techno no baja de los 130bpm pasa a un segundo plano y poco a poco se funde en un zumbido. Los movimientos torpes y sincopados de los que me rodean pasan a cámara lenta. Avanzo, con una copa en la mano que no recuerdo haber pedido, hacia la mirada absorbente de la chica que, descaradamente, mantiene imperturbable hacia mí. Tiene los labios pintados de rojo, los ojos de negro, el pelo ligeramente rojizo y una piel tan blanca que me da ganas de esnifarla. Viste una falda muy ajustada y lo que podrían ser unas botas Martins negras. El escote es mínimo pero su cintura queda a la vista, tersa y lisa. Ella va acompañada de una mujer mayor, calculo que sobre los cuarenta. Rompo el silencio entre ambos, ella responde. Intercambiamos algunas frases. Dice que son familia, que ella es su tía y que es la primera vez que está en un after, que no es su rollo. Ofrezco el contenido de mis bolsillos. Ellas dicen tener M. Y quieren speed. Aunque yo también tengo M, acepto el trato, por supuesto.
Al volver a conectar con el contexto, caigo en la cuenta de que soy el nuevo tipo odiado del lugar. Me circundan algunas miradas hostiles de machos alfa viniéndose abajo por instantes. Sí, en esta ocasión (que no siempre, hay que decirlo) soy el clásico capullo que llega y que, no contento con conocer a medio local, se las apaña en un par de minutos para meterse con dos chorbas en el baño by the face. Rara vez utilizo frases hechas en catalán cuando escribo, pero sirva como guiño lo que vendríamos a llamar això és arribar i moldre. La chica de la mirada, a la que llamaremos Deep Dark Eyes, me agarra de la mano y juntos sorteamos la gentuza random del antro hasta encerrarnos en el baño. Nos acompaña Party Aunt, la tía farrera que, si bien mantiene un buen cuerpo, sus ojeras no engañan, hay bastante vida y algunos llantos detrás. Efectivamente, llevaba toda la vida casada y hace pocos meses (o años) se ha divorciado y, como podéis imaginar, está recuperando a marchas forzadas y dos décadas después el terreno perdido. Qué manía con recuperar el jodido terreno perdido. Me parece lamentable que un anuncio como el de IKEA de Redecora tu vida y tus business haya petado tantos cerebros y se haya convertido, con pretensiones de intelectualizarlo por aquellos que suscriben el copy, en una filosofía de vida que va mermando la autoestima y sigue manteniendo los índices de dispendio en ocio ultra alienante más altos de lo que puede sostener la mayoría. Pero qué le vamos a hacer, yo redecoro mi pasado cada dos por tres, incluso prescindo de él según me conviene. Sacralizo el futuro solo a golpe de beat e intento bailar en el presente sin demasiados rasguños en las fosas nasales. Bonita y saludable alternativa, ¿no?
Deep Dark Eyes: «Te lo tomas tú, o te lo doy yo»
Recapitulemos un momento. Hace apenas quince minutos (en realidad, es una cifra irrelevante, he perdido la noción del tiempo desde las ocho a.m. y pueden ser tanto las 9 como las 11:30), estaba ofreciendo mi cordialidad a dos mujeres y ahora, encerrados en el baño, es cuando tomo conciencia de lo random de la situación. Algunos sabréis que, si bien es random, no es la primera (ni será la última) vez. Me invade la misma sensación que cuando te encuentras encerrado en un ascensor con desconocidos y alguien debe romper el hielo. La diferencia es que en vez de hielo hay polvo y no son vecinos catatónicos sino una chica más que deseable y una MILF Party Aunt a la que no haría un feo. Interviene Deep Dark Eyes, secamente, mirándome a los ojos: «El M, ¿te lo tomas tú o te lo doy yo?». Que te den algo es mucho mejor que hacerlo tú mismo, es la misma lógica que la gente que compra café de comercio justo en vez de montar una cooperativa en algún país sitiado por el narcotráfico y música folclórica. Lo dicho, confirmo que prefiero recibir la nutrición de ácido y Deep Dark Eyes (DDE, de ahora en adelante) introduce uno de sus finos dedos en su bolsita y acerca su mano, con las uñas pintadas de negro, hacia mi boca. Introduce el dedo índice hasta rozar mis lengua y yo lamo fiel. Podría morderla, empotrarla contra la pared y agarrarle el pelo y tirárselo hacia atrás mientras la revisto a lametazos y rasgo su top negro ajustado hasta que el sujetador reviente haciendo botar sus tetas que, si bien no entrarían en la categoría de big boobies, me juego muchos años de experiencia en la contemplación de infinidad de casos (incluyendo el consumo online de visionados similares, por supuesto) a que los suyos destacan por su firmeza y deliciosa proporción. En vez de eso, que dejo para regocijo de mi imaginación curtida a base de una adolescencia formada en el brain & cock destroyer llamado YouPorn, paladeo el ácido y cierro los ojos y los abro y le agradezco cortesmente el gesto y me dispongo a preparar las rayas de white fast power (adoro los eufemismos, aunque estén pillados por los pelos) que he prometido. Por otro lado, algo me dice que no hace falta que me precipite encima de DDE, intuyo que algo más interesante puede surgir si gestiono bien la situación. Y NO, NO hablo de amor ni de cine Verdi el domingo por la tarde haciendo manitas en la última fila. Realizo con toda la autoridad y concentración de la que dispongo un triple filete regular size (detalle importante: si la haces muy corta pareces a) un rancio b) un mindundi beginner. Pero si la haces demasiado larga pareces a) b) c) y hasta z) un puto yonkie o 1.1) hasta 9.9) un arribista con baja autoestima y que cree, equívocamente, que cuanta más droga meta in da line más impresionará al personal).
Con el lametazo de M y el repertorio blancuzco salgo del baño sonriendo, casi para mis adentros. Fuera hay sombras esperando. Hace un calor tremendo y DDE me agarra de nuevo, esta vez del brazo, y juntos cruzamos la barra para regresar a la pista de ambientación futuristo-apocalíptica. Hagamos un flashforward porque prefiero ahorrarme la cara de flan de Chipre Girl siendo acosada con mayor o menor atino por parte de mis colegas, incapaces de comprender que una tía que baila como un Telettubie cara al sol no puede traer nada buen0. Así que, right here right now, a cubierto del manojo de haters que intuyen un fin de semana más sin ese chute sexual y motivator que solo una bella mujer puede proporcionar, imaginadme sentado con DDE al lado, en uno de los sofás negros tóxicos de la entrada. A su lado izquierdo, Party Aunt desfallece con la cabeza medio caída y en pos de dormir. Si los treinta, que ya se acercan, no son un deporte divertido, calculo que los cuarenta a este ritmo tampoco son algo especialmente easy going. DDE es de pocas palabras, o quizás va tan ciega que prefiere no hablar, cosa que, de ser así, agradezco con desmesura. El after se cae anímicamente a trozos por momentos y el día es largo. DDE está medio a cargo (paradojas de la vida) de su Party Aunt, con lo que un onfireismo a base de polvazos matutinos es poco viable, intentarlo sería quemar un cartucho que por ahora he logrado mantener intacto. Y, resuelto este trámite en mi consciente, resuelvo la situación de la siguiente manera:
—Deseada DDE, gracias por los lametazos de M, por esa mirada que por alguna razón que escapa a mi conocimiento has decidido posar en mí esta mañana, por no meterme la chapa intentando contarme cualquier movida que la droga te hubiese impedido detectar que me la sudaba. Gracias, de veras, por hacer de este tugurio algo con lo que pueda salir siendo una mejor persona. Podría pedirte tu contacto en las redes sociales, o forzar el móvil y el podrido whatsapp. Pero volvamos a las andadas, dame tú correo y prometo escribirte bastante pronto.
DDE parece sopesar con buen humor la petición y saca un bolígrafo de algún lado y un papel que estaba por ahí con otros apuntes. Me deja el correo. Y se van. Yo pasaré por el baño una vez más y por la pista para bailar la technoconga con los amigos y avisar a TechnoJournal de que quiero largarme sin Chipre Girl y que intente tener cura de ella, ya sea con o sin relaciones sexuales de por medio.
HOME BEAT HOME
Llego a casa y recupero la conciencia horaria, es la una del mediodía. Es el momento de pinchar para mí mismo y hacer un set sexy que mi soundsystem pueda representar con nitidez y sin interferencias (me he pasado dos semanas obsesionado con el puto ground, os juro que no había manera de solucionar el maldito ruido con tanto cable, altavoz y poca paciencia para ordenarlo todo bien).
De golpe, me encuentro haciendo cálculos horarios. Si he dormido cuatro horas de viernes a sábado, y ya es domingo y son las dos del mediodía, eso significa una escasez sonámbula de orden mayor. Pero esto no es lo preocupante; en apenas dos o tres horas tengo que estar en la Dancing Hill para cubrir un evento potente de summer afternoon. Me apetece mucho, mas debo reconocer que mi estado físico y mental andan más allá de cualquier Nothing Hill, todo apunta más bien a una tarde de Dancing Fail. ¿La razón? Es simple: palos de selfie, gente peinada y maquillada en modo nasty clubber David Guettero y muchas ganas de fingir que lo estamos petando, ¿eh? Venga, hashtag: #BarcelonaDream #ILoveBarcaParty y suma y sigue.
A las cinco estoy de camino a Dancing Hill (DH) y me encuentro a mí mismo redactando un mensaje con el iPhone a DDE, contándole varias paranoias y que conocerla ha sido, es y será lo mejor del fin de semana. O, a lo sumo, lo más estéticamente cinematográfico: after, baño, M en su dedo y su tía contemplando el panorama cual funcionario desaprensivo de Hacienda asistiendo sin inmutarse la exasperación de alguien que se ha olvidado de renovar el paro. Envío el mensaje. Alejo el iPhone dentro de mi bolsillo y me dispongo a atravesar el control de seguridad.
Es un control de pacotilla. Podrías entrar con un dromedario lleno de merca en la chepa y te dejarían pasar casi de buen humor. Ocurre que casi me olvido de guardar los víveres en la entrepierna, cosa que me obliga a girarme en seco cuando estaba a punto de entrar por la zona VIP (recordemos los 10 años de sudor y lágrimas en el panorama bailongo de la ciudad) y es cuando veo a una chica con un palo selfie intentando sacarme una foto con una sonrisa de todavía no he pensado en la muerte por violencia como una posibilidad real.
Salgo del baño, algo más inspirado, y recibo un mensaje de St. Lady, que está con dos amigas cerca de la zona chill. Al ir en su búsqueda me doy cuenta de que estoy tropezando con mucha gente. Patosos. Torpes, distraídos. Peña boring. El peor descontrol de todos es el que no existe pero que todo el mundo simula estar viviendo inmerso en él. Encuentro a las chicas. Además de St. Lady (amiga siempre sexy y risueña pero que, me gustaría pensar que por acuerdo tácito y de rigor profesional entre ambos, nunca ha acabado en mi cama ni yo he insistido en ir a la suya) hay dos chicas más. Las dos italianas. Las veo muy normales, es decir, algo no va demasiado bien en mi flow. Creo que hablamos de AliExpress y luego de Snowden y luego de lo que hace cada uno. Le tiro, sin querer, una copa (que no recuerdo haber pedido) a St. Lady. Se lo toma a risa. Me conoce, nos conocemos. Igual algún día follaremos, pero qué prisa hay en consumar algo cuando tienes sorpresas mañaneras que te dan M en la boca.
Me despido de las chicas hasta próximo aviso y, tropezando entre gentuza y pivones a diestro y siniestro, me encuentro en medio de la pista y con el dj que encabezaba el cartel dándolo todo. Un momento, toda esta gente me está mirando, a mí. ¿Por qué sonríen y cuchichean? ¿Tan mal estoy? Hago un chequeo corporal de mis miembros y partes del cuerpo (como los del cole). La mandíbula, Vanity. La puta mandíbula, tus dientes y esos labios que parecen una lija de prófugo comiendo helados retarded mode. Un par de codazos es mi primera respuesta ante una niñatada francesa que huele a puto perfume de Navidad: en pleno verano, al aire libre y con musicón petándolo. Podría quitarme las Ray-Ban Clubmaster y montarles el cristo, solo con ver mis pupilas inyectadas en mala hostia y poco sueño se largarían a Normandía a desembarcar renqueando. Lo dejo, intento centrarme en la música. Algo me golpea. Un palo de selfie. Os lo juro, no hay nada más humillante en el mundo que alguien te golpee, queriendo o sin querer, con un palo de selfie. Solución: backstage. Atravieso la tropa de palurdos con renovada furia y espero en la entrada pacientemente a que salga mi estimada Ifeel. Nunca he acabado de comprender qué le pasa por la cabeza a esta chica. Es inteligente, esbelta, formosa y sabe estar, hablar y seducir sin esforzarse demasiado en ninguna de las tres cosas. Me cae bien. De hecho, la adoro mucho, quizás más de lo que ella piensa. Nos abrazamos y noto con el contacto de su cuerpo en mi pecho que hoy tampoco lleva sujetador. Intento explicarle que he tenido un finde de los largos, intensidad Nespresso 7 (tampoco nos pasemos) pero con el infortunio de que el agua de la reserva trasera se ha terminado antes de que la dosis de café que deseaba estuviese completa. Y eso no mola. En la tienda Nespresso no te recomiendan que tengas este tipo de descuidos, es como si dejas de follar cuando estás a punto de correrte, eyaculas por pura desesperación y no por placer. Por suerte, no le cuento todo esto a mi querida Ifeel. Intento salir del baño y del backstage sin que me vea: no me gusta poner a la gente en compromisos. Escribo a St. Lady para despedirme rollo whatsappero:
BYE BYE #WTF
Escribo: St. Lady, acabo de recordar que en Aliexpress venden unas diademas de aerobic espectaculares. Rosas y con láseres. Creo que para regresar aquí en otra ocasión deberíamos plantearnos eso. Y un látigo. Saluda a tus amigas, diles que guarden los dos dientes que he perdido con cariño, con lo que hay en su interior pueden hacer negocio, seguro. Escapo antes de que vuelvan a atacarme los palos de selfie. No sé si tiene algo que ver con la edad, pero apuesto a que está directamente relacionado con cierta gilipollez intangible y muy de nuestro zeitgeist.
Salgo torcido de Dancing Hill y me coloco los auriculares mientras escucho risillas de unas teens que me miran sin disimular. Tienes que ser muy loser para que se rían de ti sin disimular. O tienes que ir muy ciego. Lo dejo todo atrás, suena XTC de Dj Koze. Vibra mi móvil. Deep Dark Eyes me ha respondido el mail. Al levantar la vista, a punto de sonreír y confirmar que ahora empieza lo divertido con esta sinuosa, atractiva y escurridiza mujer, veo unos arbustos moverse a mi izquierda, más allá de la calzada. Veo a TechnoJournalist sin camiseta y con cara de bulldog muy puesto. En el suelo, desnuda y con cara de WTFSummerInBCN, Chipre Girl se deja menear y se pregunta si queda muy lejos el Dancing Hill que mi amigo le había prometido si ella cerraba los ojos y dejaba que un dedo untado de M se posase en su paladar. En resumen, lo están pasando bien. Todos lo hemos pasado bien. Con asco y haters, pero con 10 años de peripecias las escamas son más resistentes al percal que al musicón que sigue abrillantando nuestra rutina.
VD. Verano '15.