La crónica del Paral·lel Festival 2019: incluye mucho techno, tormentas de media tarde, un cartel de SÚPER y hasta una estrella fugaz
Una crónica por libre y con mucho ímpetu de las tres jornadas de Paral·lel Festival 2019. Los highlights, la música, las curiosidades y los detalles, entre beats, árboles y bailes, desde la apertura hasta el cierre.
La cuarta edición de Paral·lel Festival, el festival de música electrónica de corte techno y ambient —mayormente, para entendernos, que no hay farándula comercial ni djs que pinchen por el número de followers de Instagram— que se celebra in da mountains del Norte de Catalonia se las prometía: un sold out inesperado a cuatro meses vista, dejando incluso a mucha gente habitual fuera, un lineup con suculentas perlas (Rrose, Mike Parker, Donato Dozzy, Adiel, mouseDown…), y un boca-oreja que sigue creciendo a día de hoy (¿Conoces el Paral·lel? Un festi de las montañas mazo guapo, de tres días, muy tranqui pero cañero, no sé, yo el año que viene voy, ese tipo de comentarios).
Y es que viene gente de Madrid, Valencia, País Vasco, Navarra, Galicia, Holanda, Japón, Francia (mucho francés este año), Alemania… y suma y sigue. Con djs relativamente conocidos en la escena internacional de culto, el festival ha ido tocando año tras año las teclas para que el eco fuese llegando más y más lejos, a más y más gente. Hasta llenarlo sin agobios, hasta que estás ahí esperando el bus en el centro de Barcelona y ves que es viernes a las tres de la tarde y que en una hora y media estarás en ese contexto rural y como fuera del tiempo que tan bien te sienta, tú, urbanita de las narices, que solo te vas a la montaña cuando te prometen que se podrá bailar all day long (& night).
Esta es la crónica del Paral·lel Festival que no leerás en otros medios, que te hablará de la música y de tantos otros detalles que transcurrieron durante las tres jornadas, del 31 de agosto hasta el 2 de septiembre de 2019.
Recordemos el lineup brevemente, a modo de name dropping, para no perder detalle de los artistas que pasaron por la tarima custodiada por el sonido Lambda Labs que, un año más, solventaba con creces las necesidades acústicas de la explanada electrónica: Adiel, A_Mal_Gam_A, Crossing Avenue, Donato Dozzy, Garçon, Guillam, Huerco S, Jo Johnson, Mike Parker, mouseDown, Refracted, Rrose, Svreca, Vactrol Park, Wanderwelle.
Recordemos también que el festival tiene un solo escenario, algo cada vez menos habitual, y que está planteado como un viaje que va pasando por diversas fases, en cuestión de intensidad y días. Y situémonos de nuevo en el punto de partida, justo cuando te ponen la pulsera en el bus dirección a Guardiola de Berguedà y ves alguna gente ya aprovechando el calorcito antes de subir para tomarse una birra al pie de la cola.
Sentado en el autobús, que está reluciente y es un modelo nuevo, me encuentro con un conocido-amigo del flow que viene del sur valenciano y es un experto y apasionado del festival, que repite, como muchos, siempre que puede. Comentamos line-up, le hablo de la crisis del periodismo musical y recordamos buenos libros de la escena Valencia, como el ¡Bacalao! de Luis Costa. Con esta conexión buenrollera, el viaje se hace más llevadero y en una hora y media ya estamos subiendo la fuerte pendiente con curvas que lleva hacia el terreno donde se ubica Paral·lel Festival. Tal es el nivel de curvas que un coche de un guiri mayor que viene de bajada tiene que hacer media vuelta y tirar hacia atrás para dejarnos pasar con el bus. Dos días después, en mitad de la pista, una camilla improvisada en plan cachondeo pedirá paso con igual prestancia que nuestro autobús, con un tipo sentado encima bien apalancado y otro llevando una sirena en la cabeza, haciendo una performance —que no cunda el pánico, era cachondeo— ante el risoteo general (¿De dónde salió esa camilla?). Sí, los flashes de lo ocurrido en el festival van y vienen, y así lo harán durante mucho tiempo y, también, mientras dure esta crónica.
Al bajar del autobús, se nota el cambio de temperatura y la fresca brisa, bien distinta a la asfixiante Barcelona. El termómetro avisa de que estamos en territorio elevado, de que por la noche hay que ir con cuidado porque te puedes quedar helado a la que dejas de bailar —¡ni se te ocurra!—. Todavía no cae la tarde y hay tiempo para situar la mochila y outfits electrónicos antes de salir a merodear por la pista y ver el inicio de Huerco S. Al caminar y ver el panorama general, uno no puede evitar sonreír al ver las decenas de tiendas que se van plantando, ordenadamente, junto a los iglúes ya plantados y las letras, en grande y a lo Techno Hollywood, de Paral·lel Festival en lo alto de una cuesta. La invasión discreta, respetuosa y multigrupal está desplegándose según lo previsto, y en nada estaremos ya los primeros festivaleros oteando el horizonte tras los altavoces y escuchando Huerco S en un set ambient para abrir la soirée.
Ya en la pista, que respecto al año anterior ha sufrido pocas modificaciones, la gente va sentándose sin prisa pero sin pausa en el suelo, y qué diferente es empezar un festival sentado y escuchando música tranquilamente que no entre empujones y colas. Esta es una de las ventajas de Paral·lel Festival, la sensación permanente de espacio, de que siempre encuentras tu lugar, ya sea para descansar un rato en las zonas chill como en los laterales de la pista, donde hay gente que ya ha empezado a colocar hamacas que quedarán a disposición de todos durante los tres días. A ver, tampoco es que reine un espíritu hippie, pero el espíritu techno entendido desde el compartir y la familiaridad y la confianza tiene un algo de parecido, en versión sutil. En vez de flores en la cabeza y topless, tienes bikinis, gorras y alguien en kimono, y atuendos muy variados y bastantes sonrisas y gente con ganas de pasarlo bien, cómodamente, sin forzar, ni los móviles ni los outfits. ¡Y no he visto ni un solo palo de selfie! Aunque, eso sí, este año había un dron, de un tipo residente en USA que venía a grabar unas movidas varias del festival para hacer un vídeo suyo, algo bien extraño, lo que el tipo era entrañable y recuerdo, ya al cierre del festival, que me dijo: «vendré aquí cada año, esto es una familia y así será hasta que me muera». Tras tamaña afirmación lacónica, nos dimos un abrazo y juramos quedar en contacto. Como muy tarde, si es un hombre de palabra, sabemos que Paral·lel Festival nos volverá a juntar.
Los primeros bailes se los debemos a Vactrol Park y a su directo que, discreta y suavemente, va desperezando caderas y auspiciando los primeros encuentros en la pista. Ahí están los friends de otras ocasiones, la crew de tal y cual noche, los amigos del sello X, de la fiesta Y, como un gran hiperlink de casualidades y coincidencias, la red de friends & more se despliega emotivamente y entre saludos y abrazotes de qué bueno, un año más. Crossing Avenue despegan con alevosía pero no pisan el acelerador, y su tono sobrio es llevadero y classy, aunque un tanto lineal —a mi parecer—.
Porque una de las cosas que más me gustan del festival es hacer apuestas para ver quien va a dar el campanazo este año. Aunque quizás Donato Dozzy sea el más conocido y esperado, muchos de los artistas apenas los puedes escuchar en redes y a casi ninguno lo has visto en directo, con lo que el espacio para la sorpresa en Paral·lel Festival es muy, muy amplio. Sabemos que en otras ocasiones fueron los Natural.Electronic/System o Yuka, y este año todavía estaba por ser descubierto.
Aparecen en escena las primeras sudaderas de Paral·lel Festival del año, de un color gris seco muy elegante que los primeros fans compran en la barra. Y decido que sacaré algunas pocas fotos con mi móvil, a poder ser imprecisas y random, como esta en la que se aprecia un trozo de la sudadera de un colega, sentados mientras escuchábamos a Huerco S.
Vactrol Park y Crossing Avenue, sin decepcionar, tampoco me han petado la cabeza, así que la mantengo bastante firme ante la esperada llegada de Svreca, conocido en el festival por haber estado ya en la primera edición. El artista tiene un sello, como muchos sabréis, que adora todo el mundo: Semantica Records. Alguien comenta, así como entre frustrado y admirado: «seguro que no reconoceremos ningún track, serán todo edits suyos muy locos». Y espero que no, espero poder detectar alguno de los temazos de uno de los lords del techno español. Mi Shazam detecta dos tracks y uno de ellos apunta a que, efectivamente, ha acertado. Aquí van los dos con una capciosa pregunta…
¿cuál de los dos tracks es más probable (que no 100% seguro) que pinchase Svreca y cuál tiene pinta de ser una patillada de Shazam en plan soy un algoritmo muy listillo pero a veces con el chunda-chunda me confundo y todo me suena igual y me pongo nervioso y pam, meto cualquier track a ver si cuela?
Solventada esta dificilísima prueba, que seguro que has acertado mucho mejor que Shazam, avanzamos con Svreca hacia la negrura de la noche en un viaje de 3 horas perfectamente medido y calibrado, en lo que se convierte en, según mi parecer, la IGS del Paral·lel (Primera Gran Sesión). Mentira, 3 horas y un poco más, porque el madrileño alarga unos minutos más y, encima, cierra con un bis y un track melódico que deja al personal entre flotando y descolocado. Un gran gesto de libertad creativa que debería poder verse más y que, sin duda, en Paral·lel tiene cabida y es bien recibido.
Hay varios djs que disponen, a diferencia de otros festivales más comerciales y embutidos, de más de dos horas largas para exponer su viaje, y ahí reside la clave, la sensación de que el viaje está bien trazado y evoluciona en función tanto de las energías del público como de las del dj, que se sincronizan entre sí y podrían alargarse mucho más. Aunque los djs suelen buscar este tipo de conexión, y también el público, no siempre es fácil encontrarla, o que te sorprenda. El viaje de Svreca es exquisito pero tampoco logra sorprenderme en exceso, aunque lo disfruto soberanamente, con su techno aguerrido, sus diversas partes —le encuentro como tres, un arranque sólido, contundente, un mid part con beats más quebrados y menos previsible y un closing más demoledor y jugoso. El regreso de Svreca nos lleva por el buen camino ante el cierre de la primera jornada, y recordemos que Paral·lel Festival solo tiene un escenario, con lo que es muy fácil comentar con los colegas y la gente que te encuentras qué tal les ha parecido la sesión —nadie te dice, no, estaba viendo a no sé quién en otro sitio, aunque sí hay gente que se queda en las tiendas o se va a descansar en la zona chill, donde se escucha menos y charlas más—. Así que, tras sondear un poco opiniones, me quedo con esta idea: Svreca se ha marcado un set que ha gustado en general, incluso ha sido uno de los sets memorables para algunos. Digamos que Svreca viene con garantía y el examen aprobado y que se queda algo lejos de la Matrícula de Honor. Pero como esto no es un examen sino un festival, Svreca absorbe y mide bien la pista y su set cuaja como la nieve en invierno en los mismos árboles que ahora todavía tienen hamacas y se tuestan de calor durante el día.
Al bajar de la pista acabo un rato en una de las tiendas, charlando distendidamente mientras un tipo pilla un iPad y su traktor y se marca un inicio de sesión que no logro aguantar porque me muero de frío y decido batirme en retirada.
MORNING — SÁBADO — PARAL·LEL FESTIVAL DAY 2
Por la mañana, habiendo dormido poco y escuchado un poco de música en los auriculares para sobrellevar el relax, comienzan los talleres de Microfusa, que siempre despiertan interés y curiosidad a partes iguales entre el grupo de valientes madrugadores con ganas de aprender y cacharrear. Me dirijo a la Caravana de la Party Couple, que todavía duermen junto a otra colega. Logro desperezarlos y presencio un desayuno bastante healthy en el que yo aprovecho para vapear.
La manera más cómoda de aprovisionarse en Paral·lel Festival es tirar de foodtrucks, cuya oferta bascula entre las pizzas, la comida oriental, las burgers bio y veggie y las crêpes. Cuatro foodtrucks se reparten el tema de los manjares y su actitud es seria y agradable. Los italianos de las pizzas son los que tienen una pinta más, cómo decirlo, ruda, como de pizzería de Nápoles en modo cierre a la 1 de la mañana. Pero en cambio el producto es fresco y bueno, y cuando necesito servilletas me las dispensan con absoluta generosidad. Las burgers, por su lado, tienen nombres “creativos”, así que te puedes pedir una Steve Jobs o una Darth Vader, sin que el contenido tenga nada que ver con el nombre al que apelan. El lío es que te llaman por el nombre y, al haber muchos extranjeros, tienen problemas para dar con la pronunciación correcta: Mathieu, Matías, Matute, Matié, ese tipo de problemas, que no tienen mayor repercusión (todo el mundo acaba comiendo lo suyo). Los de las crêpes son purely catalan y el tío está bastante de buen humor, repartiendo crêpes con queso o Nutella, a modo de postre sensacional junto con una chica que es la que me sirve la crêpe de azúcar que pido una de las veces. Obviamente, mucha gente se trae su propia manduca y se la prepara en las tiendas, como alternativa más económica para una triple jornada de baile y desgaste en las montañas.
Tras el desayuno en la Caravana, Guillam, uno de los programadores del festival junto a Refracted, se lanza a por sus dos horas de set de apertura que embalsaman los oídos de los madrugadores. Todo el mundo intenta evitar el solazo directo, porque es abrasador —comparado con la noche, nada que ver—, salvo algunos valientes que se tumban o se sientan trayendo las sillas del chill al centro de la pista. Gorras y toallas que hacen de velo son bienvenidas para evitar chamuscarse. Guillam es posiblemente una de las personas más sensibles musicalmente del universo, aquí tenéis el rastro ambient que dejó el año pasado, y esta nueva edición de Paral·lel Festival su enorme variedad de sonidos, texturas y tracks no ha sido menos:
Y me digo que las personas que pinchan ambient tienen que ser muy pacientes, sosegadas, sensibles, hasta posiblemente practiquen mindfulness durante las sesiones. Pero esto son prejuicios, como tantos otros, y la cuestión es que a algunos zoquetes como servidor nos cuesta dejarnos llevar en la pista si no hay beat. Y beat es justamente lo que trae mouseDown, que tendrá una aparición estelar congregando en la explanada, a pesar del sol, a un buen número de paral·lelers (no mola mucho el apodo, suena como a peleles, pero permitidme usarlo ni que sea un par de veces). Tras una introducción vinilera calculada e inclusiva, poco a poco el groove de mouseDown va desplegando su potencial, y salvo el viento que agita las agujas e interrumpe en breves momentos el set —nada preocupante—, las dos horas de mouseDown pasan literalmente volando. Él mismo se muestra satisfecho y contento, y muchos festivaleros se le acercan dándole las gracias y aclamando su trabajo. Sí señor, mouseDown es un gurú del que ya hablamos aquí, precisamente en la previa de Paral·lel en Laut Barcelona. Su selección impoluta de vinilos casa perfectamente con el horario y el flow del festival, y deja a Wanderwelle el listón clavado para que ellos lo lleven hacia otros sonidos más shiny pero vibrantes. Su directo también mantiene la actitud en la pista, que hierve ya cuando Refracted se dispone a vapulear al crowd con su recital particular. Refracted es techno meticuloso y poco hormonado, más bien fit y bastante regular, aunque en la parte del inicio busca quebrar el beat y darle otra vuelta de tuerca. Se decanta por un estilo, diría yo, un tanto minimalista y escueto, mostrando seguridad y aplomo —faltaría más, con las tablas que tiene— pero limitando bastante la emoción y la melodía en el set, de modo que, tal y como se va desarrollando, me siento un poco ahogado, y eso que todavía no ha caído la primera gota. Con Refracted llega el chaparrón de pocos minutos pero de máxima locura, en los que se produce una doble actitud: o bien intentas ir a la carpa de las bebidas y seguir bailando desde ahí —pidiendo un Club Mate, por ejemplo, que este año se volvieron a agotar, y eso que había muchas más provisiones— o bien centrándote en la música y el despiporre y aguantando el chaparrón en plena pista. Esta segunda opción, no creáis, es seguida por bastante gente, y es envidiable y hasta da gustito verlos ahí dándolo todo, envalentonados por la lluvia. Las lluvias breves en Paral·lel Festival son casi providenciales, porque refrescan el ambiente y secan la tierra del polvo tremendo que se acaba levantando desde la explanada y, como decía, además te permiten ver quien tiene las agallas de bailar bajo la lluvia a pesar de todo y quien es más recatadito y no se quiere empapar (sorry, guys, yo me encuentro en este segundo grupo, es decir, aguanto un poco, pero cuando la cosa se pone wet me retiro a las carpas).
Decía el titular de esta crónica que habíamos venido a hablar de MUCHO TECHNO, y por ahora tampoco le hemos dado tanto. Tenemos a Svreca, un repunte de Crossing Avenue y sí, al inefable Refracted. ¿Qué más nos depara todo lo que queda por venir? Llegamos a uno de los puntos álgidos y sorprendentes del festival, cuando Adiel encara sus 4 horas en vinilo por delante. Todo un reto, máximas expectativas… y ya confirmo que Adiel sería mi gran intuición del evento, justo cuando veo que este track es suyo…
El track da vueltas y más vueltas en mi cabeza porque lo he escuchado bastante en las últimas semanas, pero no acabo de caer en dónde, hasta que decido revisar el tracklist del set de HD Substance que hizo para celebrar sus 8.000 seguidores orgánicos. Me flipó tanto la sesión que incluso le dediqué un post en la sección de leaks y…ahí está, efectivamente, fue HD Substance y no otro el que me descubrió este sensible y tactful techno track, el que me abrió inconscientemente la mente a Adiel. Así que sí, expectativas confirmadas y al alza, aunque al inicio todos sufrimos con un par de descuadres y por problemas con las agujas, cosas del directo, cosas del vinilo… en la pradera.
Adiel trae un repertorio de discos muy dinámico, de ritmo llevadero y que le permite abrirse en diversos rumbos sin caer en la monotonía y la falta de color. Le pone actitud, ganas y aguante, y poco a poco vamos entrando en un set que azota la mente y revoluciona los pies. Adiel es bailable, melódica y cañera, Adiel aporta al festival el set más inclasificable y dinámico hasta el momento. Se pasea por momentos más duros, nos lleva hacia algún toque acid, aprieta bpms pero no llega a la saturación ni a la bacanal. Nada fácil, cuatro horas de vinilo en Paral·lel Festival, que la artista italiana solventa con creces. Cierra con ovación y ya se dispone Rrose a lanzar su live. Vi a Rrose hace varios años en un Dekmantel y, sin duda, su mood y trabajo son de lo más exquisito que hay actualmente en formato live de techno y dark. Lo que, quizás después de Adiel, Rrose descoloca por el giro de mood, mucho más introspectivo y negruzco. Aprovecho para retirarme a la tienda y disfrutar de la compañía de un buen colega, con el que hablamos de tracks, sets y proyectos , mientras reponemos fuerzas para asaltar a Mr. Mike Parker. Diversos gurús del gusto entre el público, como el amigo valenciano con el que he venido el bus, afirman que Rrose les ha flipado, y yo sonrío de satisfacción. Porque le tengo simpatía a esta artista inclasificable y talentosa, transgresora y que nunca se aleja de lo experimental
Por la tarde he tenido una exquisita visión, y ha sido ver a un colega con la camiseta de Berghain y la falda escocesa, como megaready y desatado para petarlo como toca. Si te lo encuentras por la calle un día cualquiera, verías que lleva camisa y luce un porte de lo más normal y corriente, incluso el viernes del Paral·lel —ayer, para entendernos— pasaba totalmente desapercibido. Pero el sábado, según me dice, es el día y el crowd oportuno para soltarse. Qué maravilla, me digo, qué bien que haya gentes con una doble vida y un triple atuendo listo para brillar en Paral·lel.
Aprovecho para confirmar que Rrose sacará un LP en Noviembre, del que ya ha lanzado este single en formato vídeo. Lo lanzarán en su propio sello Eaux y se llamará Hymn to Moisture y estará disponible en digital y vinilo, of course.
CLOSING SÁBADO — MIKE PARKER
Mike Parker nos llega con ecos de leyenda, curtidos a través de sus más de 20 años de trabajo en la escena techno y habiendo publicado música en los sellos más reconocibles y que han vertebrado el sonido hasta la actualidad. Por eso, tengo otra visión al poco de empezar: Mike Parker empieza jugando muy duro y la intuición me indica que será el sensei que despuntará con sus más de tres horas a los platos. Pero algo raro pasará durante este viaje musical, puesto que la primera hora fluye por sí sola y luego entramos en una especie de… cómo decirlo, sensación de mezclas improvisadas de temazos que podrían alargarse mientras Mike Parker va vaciando sus pens USB. Es decir, todos los tracks suenan bien, techno oldschool y Detroit con viajes constantes a Berlín y a dónde haga falta, pero luego, a bote pronto, se desliza con mezclas a bajo volumen y entra un nuevo track, y así constantemente, como si hiciese giros cada dos o tres temas porque encuentra un tema en otra carpeta y decide pincharlo, sin tener en especial cuenta cuál es el momento del viaje o si es pertinente subir de bmps o bajar. Una cosa es improvisar con cierto margen en función de lo que pide el público (como explica Dasha Rush en la entrevista del Aniversario de 30D Records), pero otra cosa es pensar que te estás quedando sin cuerda y vas alargando hasta el final, sumando un par de tracks cada vez.
Y en esas que, entre el bailoteo y la avalancha de temazos (repito, no es que estén mal mezclados o que no sean buenos, sino que no tienen un sentido de continuidad ni una gradación, como sí han trabajado previamente Refracted o Svreca), me filtran un track de un sello que aquí nos queda cercano: Diffuse Reality. Este track de Squaric lo pinchó Mike Parker la noche del sábado en Paral·lel Festival. Enjoy y haceos un poco la idea de cómo íbamos de arriba con uno de los pioneers del asunto technero.
La noche avanzaba y yo iba resituándome en la oscuridad, entre desconocidos en familia y amigos perdidos, porque en el stage de Paral·lel Festival apenas hay luz y es muy difícil encontrarte con gente por la noche. Así que, o fluye la casualidad o te los encuentras en la barra o vas por libre y listo. Y entre todo ello, sí, levantas la vista y ves un cielo que vuelve a estar estrellado y dices qué suerte tengo de estar aquí, me siento happy flow… Y en esas que un punto de luz en movimiento se come el horizonte hasta desaparecer. No soy el único que ha visto la estrella fugaz, somos unos cuantos pidiendo deseos —como un long life a Paral·lel—. Habrá hasta un bis, con otra estrella, y las que me habré perdido por estar bailando con los ojos cerrados, notando la tierra machacada y alguna que otra piedra que cuesta mucho apartar. Pasadas las cinco de la madrugada, Mike Parker decide poner punto y final a su set y, de nuevo, regreso a mis aposentos a escuchar música nocturna —descubriendo nuevos artistas— para descansar un poco y afrontar la tercera jornada. Está pasando todo muy rápido, como suele ocurrir cuando estás más viviendo el momento y no atrapado entre mundos y rutinas eternas y aborrecibles.
Duermo cerca de la chica que ha hecho la iluminación del festival en fase nocturna, es decir, unas proyecciones sinuosas en los árboles a través de un proyector. Intercambiamos unas palabras cordiales y me dispongo a mi autismo electrónico con los auriculares bien calibrados.
DOMINGO en PARAL·LEL FESTIVAL — LAST DAY — CIERRE DE CIERRES
Desayuno con A-Mal-Gam-A y como mientras actúa Jo Johnson, deliciosos y suaves, tranquis y luminosos, el cansancio, para qué negarlo, se nota ya bastante en el cuerpo, y estas horas mañaneras de buen tiempo y ambient atmosférico y agradable se agradecen. Croissant, zumo de naranja y, ciertamente, no me atrevo al café porque ya voy suficientemente acelerado y a buen ritmo.
Al no ser Tomorrowland ni un festival especialmente sitiado por chonis, hay pocos carteles pro, de esos que tiene gracia leer y que acompañan el jolgorio general. Pero el único cartel casero que aparece y se mantiene en pie los tres días es este enigmático SÚPER que, como veis en la foto de la derecha, alguien ya había compartido a modo de aviso en el Facebook oficial de Paral·lel Festival. A la izquierda lo tenemos debidamente agarrado, SUPERANDO cualquier atisbo de calor a esas horas del mediodía, dándolo todo aunque el público estuviese en la sombra. Todo mi apoyo para este cartel y su portadora, claro que sí.
Entra Garçon en escena a las 14h, a pleno sol. El componente del sello Amenthia se lanza a por uno de los sets más atrevidos que he escuchado en Paral·el Festival. Aunque si chequeas su página de SC encontrarás tanto ambient como techno, en su repertorio de Paral·lel Festival para el domingo se encuentra casi de todo, hasta drum’n bass y mucho IDM. Parece que ha leído bien a mouseDown, que es más de mi perfil, y ha visto que aunque sea la hora de comer los paral·lelers (segunda y última vez que uso este apodo, promise) ya apreciarán un punto de baile, provenga del género del que provenga. Garçon se lleva su ronda de aplausos y la mayoría de colegas sibaritas le rinden pleitesía, contentos con lo que ha mostrado con los vinilos.
En medio de la expectación general al ser el cierre —nos quedan tres horas de festival— y por ser, digamos, el headliner, un discreto y concentrado Donato Dozzy arranca su set con la mala fortuna de perder la primera mezcla a causa de un golpe que el técnico de sonido da, obviamente sin querer, a la mesa. Pero esto son cosas del directo, y pronto encauza una sesión que no para de venirse arriba. Suena todo entre oldschool y nuevo, entre deep y clever, entre techno y algo muy inteligente y avanzado que solo Donato Dozzy tiene en su maleta. Se le nota cómodo, pendiente del público, con ganas de ofrecer y captar lo que se espera de él en ese contexto y situación. La sensación de éxito y euforia se va contagiando track a track, estamos en una plena celebración del festival y se puede ver a los organizadores visiblemente emocionados. Joder, todos lo estamos, porque un cierre Paral·lel Festival leído como lo está leyendo Donato Dozzy es el mejor de los regalos. Ni mucha tralla, ni demasiado light: original, fresco, aguerrido, fuerte, ahí sí. Cuando su set se acerca al irremediable final, de golpe, la sensación de paraíso se amplía cuando desde la barra, los trabajadores, comienzan a repartir fruta y croissants sobrantes de forma free entre el público. Te dan manjares, musicón, y estás rodeado de naturaleza y gente de pro que ha aguantado el tipo hasta el final. Esta sensación muy Paral·lel Festival, entre lo espontáneo y lo cercano, la colaboración y el respeto… Como cuando, en una de las ventiscas, volaron las sombrillas y, entre unos cuantos asistentes, se organizaron para desmontarlas y que no volasen más, sin que nadie de la organización tuviese que preocuparse lo más mínimo. Por eso es un festival que se mantiene con poca seguridad y poco alboroto: porque la confianza facilita las cosas, la música promueve la convivencia y la montaña la singularidad.
Un último susto nos espera cuando un espontáneo muy on fire se sube encima de la valla y está a punto de caer de espaldas y cortar de golpe la música, que Donato Dozzy ha decidido alargar incluso media hora más el cierre. No cabemos de júbilo y muchos hubiésemos seguido unas horitas más, hasta volver a ver caer la noche, hasta encontrar otra nueva y prometedora estrella fugaz del techno. Antes de salir corriendo a prepararlo todo para pillar el bus de vuelta, pido hacer una foto más, la de mi camiseta favorita ever. Toda una seria declaración de intenciones. Ultrafan desde que la vi por primera vez, y que sea por muchos, muchos años más.
El cuarto Paral·lel Festival confirma que este encuentro anual tiene tablas para durar y un apoyo unánime del público, que rezará, aunque parezca una paradoja, para que se amplíe un poco el aforo y el año que viene no se lo pierda casi nadie. Aunque ya me imagino la mejor fake new: Paral·lel Festival 2020 agota las entradas incluso antes de sacarlas a la venta.