Mutek Barcelona 2016 | El cigarrillo de Deadbeat, el Triálogo Divino y la oscuridad incomprendida de Rrose

Mutek Barcelona 2016 | words: Vanity Dust | pics: Marta Vilardell

Un viaje anecdótico por mis recuerdos de Mutek Barcelona 2016 (los que han logrado mantenerse en pie). Go! Recuerdo pensar en una amiga embarazada cuando Franck Vigroux & kurt d'Haeseleer despertaron su Centauro. Veníamos del lado más opuesto posible a los rugidos, gemidos y el ruido blanco perturbador del Centauro, es decir, de contemplar en un vídeo de baja calidad (en una pantalla Full HD, paradojas tecnológicas) la escasa actividad (lógico) de una copa de cristal encima de una mesa  y con la música suave y envolvente de Edu Comelles.  La copa quizás estaba llena de agua o vodka y apenas mostraba mayor movimiento que algunas moscas dando vueltas y un leve movimiento del líquido, en uno de los vídeos más minimalistas que recuerdo, de esos que la gente suele criticar como "esto lo hago yo o esto no es arte, es una tomadura de pelo". Yo no digo nada, solo que estábamos todos adormilados y llegó el Centauro y pensé en mi amiga embarazada. Efectivamente, a la que comenzaron Vigroux y D'Haeseleer ella salió pitando de la sala. Dice que "la barriga la avisó", y es que el instinto de supervivencia nos acompaña incluso antes de que nazcamos.

Todas las imágenes han salido de la cámara de Marta Vilardell: su mirada fotográfica es capaz de captar con nitidez los detalles mientras nos invita a perdernos por entre las luces estroboscópicas. Mis retinas no paran de darle las gracias.

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Del jueves recuerdo mis ojos llorosos al ver y escuchar a Trialogue (Henrik Schwarz, Bugge Wesseltoft y Dan Berglund) en plena sinergía, cada uno exprimiendo los únicos instrumentos que saben y pueden dominar: las máquinas, los teclados y un contrabajo con filtros espeluznantes. Un diálogo, obviamente, es cosa de dos, pero un triálogo nos acerca a lo divino ▵. ¿Por qué? Mi teoría es la siguiente: con dos elementos puedes establecer siempre algún tipo de relación causa-efecto (Henrik Schwarz lanza x sonido y Bugge Wesseltoft reacciona con x melodía), pero cuando la armonía se amplía a tres bandas, de forma prácticamente improvisada, causa y efecto se funden, origen y final se diluyen y solo queda el perpetuo devenir en sí mismo, música que existe y existirá solo en ese momento y cuya fórmula es tan eterna que no podrá repetirse jamás (Amén de Mutek).

De la tarde del viernes me quedo con Deadbeat encendiéndose un piti by the face en el epicentro de la sala del sonido 3D y con toda su maquinaria musical desprendiendo luces con muchas ansias de petarlo.

Si el product placement de marcas de tabaco todavía fuese legal, Marlboro estaría dejándose de cowboys rancios y con la huevera torcida y aflojando la billetera para que alguien como Scott Monteith actualizase su leyenda en un Mutek barcelonés

y con la sala preguntándose ¿está realmente Deadbeat pinchando technazo con una sonrisa de serial killer a las nueve de la noche de un sábado en el Eixample, el barrio bodrio por excelencia?. Por momentos, La Fàbrica Damm parecía empequeñecer hasta la más movidita de las Boiler Room de antaño. Para el recuerdo más pure, el pelotazo que nos dio a todos cuando pinchó a diestro y siniestro Deep Space de su EP Adventures In Hyper Reality. Otro momentazo del viernes, mejor incluso de lo esperado: el directo de The Orb. Desde que han vuelto a las andadas, The Orb están en su segunda juventud interespacial. Sonaban cañeros, entre actuales y clásicos, y tanto Alex Ferguson como Thomas Fehlmann estaban muy bailongos y divertidos. Atravesar décadas como nubes atraviesa un avión (vaya mierda de símil) tiene el premio de gozar cuando ya vas de vuelta, y ese es un estatus al que pocos pueden ubicarse. Por cierto, hablando de nubes, así cerraron con Little Fluffy Clouds.

MUTEK BARCELONA 2016: The Night Is Here, right?

 

¿Viernes noche? Algo más complicado: Henrik Schwarz ronroneaba con colorines y melodías, se demoraba en percusiones laxas y no arrancaba como el cerebro te pide que arranques en NITSA a partir de las 3 de la madrugada. No, no hace falta tralla, no se trata de machacarte el cerebro para ser feliz, pero sí esa garra clubber que te empuja hacia el escenario y a cerrar los ojos y a mutar un buen rato sin objetivo ni final. Gerd Janson, mi gran esperanza nocturna, estaba más confuso que la Iglesia escuchando cómo Galileo les tiraba el chiringuito por los suelos. House facilón, matraca poco sana y una sensibilidad bizca (sin una progresión, ni un discurso, ni tampoco un greatest hits). Llegué a casa antes de lo previsto y me puse a pinchar mientras se hacía de día y en el comedor abundaba el buen rollo sincronizado con el cansancio.

El sábado por la tarde se nos fue de las manos. Había que escribir varias movidas y entre una cosa y la otra dejé escapar a Villalobos y los visuales de Alba G. Corral. Por suerte, ambos seguirán ahí (cada uno por su lado) y mi fe en Dekmantel y en el Sónar de este año me sitúan de nuevo ante su talento. Y eso que me comentaron que Villalobos estaba hasta aburrido, ¡para que luego digan!

¡Rrose y Steffi deben ser amadas por igual!

Sábado noche: Steffi, por favor. Los djs berlineses lo pasan muy mal cuando comienzan a pinchar fuera de su país y ven drásticamente reducidas sus horas en los platos. De golpe se encuentran pinchando un par de horas en el momento álgido de la noche y entienden que tendrán que acortar su procesión pensada para tirar, como mínimo, cuatro horas. Por eso, darle solo una hora a Steffi es como una calada de piti para Deadbeat: nada. Sin embargo, la residente en Panorama Bar machacó los sesenta minutos con sus beats melosos y sensuales, con un repertorio Ostgut Ton de porcelana y una técnica impecable. Y cómo me gusta Yours, ¿y cómo se consigue hacer una canción que suene a puro house oldschool en 2011 sin ser Paranoid London ni tener su truco de las Roland con el Acid House? Only Steffi knows. Y casi nos creíamos que podría haber un Panorama Bar en Barcelona, hasta que llegó Rrose y sacó los colores al público local. Bajito, impasible y frío (podría ser hombre, mujer o andrógino) como un vertedero de Detroit en pleno invierno, Rrose armó un directo seco, áspero y con apenas cuatro elementos y unos graves que nunca acababan de alcanzar el 4/4. Porque petarlo porque sí no va con ella, ni pretende ser la nueva Ben Klock.

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Con la selecta y honorable crew de Sandwell District entregada a sus producciones, sabéis que Rrose no se parece precisamente al rollo Row. Gerd Janson me desesperaba el día anterior porque tiraba del comodín del temita resultón, y ahora la gente se desesperaba porque Rrose no estaba siguiendo la estela de Steffi. En eso, y solo en eso, tenían razón, y ahí es cuando comprendí que nunca habría un Panorama Bar en Barcelona sin un público capaz de meterse, ni que fuese por un breve lapso de tiempo, en un rincón oscuro y perverso del sonido de Berghain que perfora bastante más allá que Ben Klock: ruidos metálicos, tiempos muertos, pozos llenos de piezas metálicas que luego podrán usarse para azotar nalgas. Bueno, tampoco nos pasemos de listos, ¡pero es que no sabe cuadrar!. Un tipo que sobrepasaba la treintena estuvo protestando durante bastante rato desde el anfiteatro derecho (cerca de donde yo intentaba moverme sin llamar la atención y con los ojos clavados en la delicada, inquietante y punzante figura de Rrose) porque los beats no cuadraban, es decir, que sonaban a destiempo. Más que vergüenza ajena, me sentí ridículo ahí plantado, contemplando una multitud quieta y desconcentrada y un tipo gritando desde arriba que eso no tenía ni pies ni cabeza, como si él tuviese la fórmula de cómo se tiene que pinchar un track. Rrose se marcó un directo provocador y que no encontró el espacio adecuado ni a un público receptivo, y es que Steffi y Rrose seguidas es, ciertamente, una de cal y una de arena. A pesar de esta confusión nocturna, la solución era más fácil de lo que parecía: Rrose te estaba diciendo todo el rato: «cierra los putos ojos y métete por tu trastero interno, cállate de una vez y no regreses hasta que no te quede más remedio». Rrose pedía introversión y silencio. En nuestras tierras, y más en las nocturnas, es mucho pedir. Pero... hey, ¿y esa luz rojiza que parpadea en la oscuridad? Eso siempre estará ahí, y es el cigarro de Deadbeat que sigue con sus aventuras más allá de lo real y bordeando los límites del placer de lo bailable.

Las previas de Mutek BCN 2016, en eldiario.es: [1 y 2]