Latzaro y el techno legendario liberan de nuevo The Loft Barcelona... beat a beat!
Que la historia de la energía de la música electrónica está por encima del paso del tiempo cronológico y de la propia tecnología que la hace posible lo sabemos todos los que hemos viajado más allá de las agujas del reloj y las luces estroboscópicas. Y lo sabe Latzaro, que lleva pisando The Loft Barcelona desde antes incluso que alguien que se las da de early adopter como yo (2003) comenzase sus experiences en la zona electrónica de Poble Nou. Que viajemos encerrados dentro de cuatro paredes ennegrecidas y custodiados por altavoces de alto voltaje no debería hacer que nadie se tome los viajes electrónicos como una broma para la mente y el cuerpo, como tampoco lo es viajar con una escafandra y un turboreactor si lo tuyo es ansiar poseer galaxias en vez de comprenderlas y asimilarlas in mind (sin necesidad de montar tanto show Musskkeano, vamos).
Es precisamente en este tipo de encierros de club sin condicionamientos —ni económicos, ni patrióticos, ni raciales, ni físicos ni tampoco químicos— que uno halla, en gran parte, vías de acceso hacia otros confines de la mente que, si bien son accesibles de modo ascético, resultan así épicamente seductores y sanamente delirantes como vía exploratoria. Lo bello, si techno, vibra mejor.
En un contexto tan particular, potente y consolidado —décadas de viajes garantizaron el éxito de este viaje, once again— este warm up de Latzaro nos transmite la fuerza de saber levantar una noche techno con tanto o más techno del que vamos a poder imaginar desde nuestra mente de clubbers.
Este set compartido aquí en exclusiva cierra un círculo que tiene al techno y sus artífices como máximos garantes y defensores de lo que sentimos y somos, de lo que bailamos y ofrecemos, de lo que decimos y abrazamos. La confrontación se acaba cuando las mentes son afines y bailan al mismo compás, sin miedo a sonreírse ni a cederse el lugar para que el otro no solo pueda bailar mejor, sino que nos guíe a través de la noche con sus pasos. La sospecha y la calumnia, el miedo a lo ajeno o a lo nuevo... no existen en los buenos clubes ni en la buena música; y los clubes que pasan por momentos críticos son los que se ganan a pulso un enorme retorno a las andadas de los viejos techno-times y a entrar en otro nivel incluso mejor. En este mundo, al que estás invitado (y quizás preparado, o todavía no), no queremos sospechosos ni detenidos, ni acusados ni perseguidos, queremos temazos bien cuadrados y brazos danzando. Es tan fácil que para las mentes decimonónicas todavía les cuesta asimilar la elegancia y visión del verdadero flow del beat.
Al igual que Barcelona se afianza imparable como sede del flow internacional (por muchos que algunos intenten repetir su mediocridad histórica con maquillajes ideológicos previos al s.XXI), The Loft Barcelona también ha logrado en el último año reencontrar sus orígenes electrónicos con la potencia de los distópicamente ácidos y preciosos inicios de los dosmil.
Sí, aquellos patéticos inicios de los dosmil en los que algunos descarriados empezamos a descubrir las posibilidades ilimitadas de la noche y sus sonidos mientras el resto dejaban que la playstation, gran hermano y los viajes a punta cana apaciguasen y dispersasen sus ya de por sí escasas disconformidades intelectual-emocionales.
Sí, aquellos años han dado, a pesar de todo y muy les pese a algunos —mejor que les dé igual que no que les pese, eso sí—, una generación de clubbers y amantes de la música que son los que toman ahora las riendas del The Loft Barcelona para seguir elevándolo hasta otro épico lugar, quién sabe si para llevarlo incluso más alto que aquellos sudados años en los que no cabía un solo beat más en la lanzadera de The Loft Barcelona.
Sí —tercer y último sí como intro de párrafo—, Latzaro es uno de los elegidos para hacernos sentir el regreso de los mejores años, en su técnica y su gusto musical sabe volver a hacernos sentir que The Loft Barcelona es no solo una extensión de nuestra casa —el techno-loft perfecto—, sino también de nuestra mente y nuestros sueños.
Sin buscar hacer ruido ni complacer adaptándose a otros géneros, Latzaro sabe incorporarse a la noche y levantarla con una destreza del que antes de ser monje del techno ha sido monaguillo de club. Del que antes de levantar al público como dj se ha dejado levantar por djs hasta la cima en ese mismo lugar espacio-temporal.
Fundador de Drok Records (junto a su amigo del alma), sello discográfico hecho por y para la música y los que habitan en ella, Latzaro tiene la picaresca del clubber y la mente del dj. Aunque como buen residente es capaz de resituarse y pinchar dónde y cuando sea menester, su luz pasa por el compás cuatro cuatro y una selección de tracks que nadan en lo nuevo y flotan en los clásicos. Hay djs que necesitan controlar para divertirse —no es su caso— y artistas que necesitan liberarse para sentir que el viaje merece la pena, especialmente si están acompañados por un club que va sumando gente bailando a cada minuto que pasa. Latzaro, con sus movimientos precisos en los platos y sus discretos bailes, no esconde la sonrisa del que sabe que lo está haciendo bien en la cabina, ¿para qué esconder tu felicidad si lo mejor es compartirla con los que te buscan con la mirada, bailan contigo y te piden un nuevo track?
The Loft Barcelona lo ha logrado muchas veces y Latzaro también. Este set compartido en You Play I Write es una prueba más de la sinergia electrónica: entre un nuevo público que abraza la electrónica siendo su truly primera vez —tenían veinte años y les gustaba el techno, sí—, los residentes frescos pero históricos como Latzaro o Baldo, nuestro residente espiritual y máster entre másteres Undo, la nueva, exigente y exquisita programación de la sala y un trabajo de comunicación firme y constante. La suma de todo ello se pudo sentir poro a poro, bit a bit y beat a beat ese pasado sábado. El avance de Polar Inertia y el cierre de Ángel Molina nos elevaron al lugar en el que merecemos estar: conectados, libres y sin miedo.
Gracias, Latzaro, paredes enegrecidas y soundsystem de escándalo por culminar un viaje tramado entre cuerdos que están locos por la música y no tienen miedo a amar.