El libro definitivo para quedarte tranquilo cuando te llamen pretencioso

 

 

Como pretenciosos, habrá que asumir que cada uno de nosotros lo es, por mucho que a algunos les pese.

Detrás de La pretenciosidad. Por qué es importante (Alpha Decay, 2017) encontramos una defensa a ultranza de Dan Fox, crítico de arte polifacéticamente motivado que nos paseará por la historia del arte contemporáneo, la etimología, la música pop, la sociología o sus experiencias personales en defensa de los pretenciosos que nos rodean.

Hay adjetivos calificativos que son dramáticamente populares. Si buscásemos un símil en el mundo de las tabletas, sería algo así como el Samsung Galaxy Note 7. Es decir, aunque a priori tienen su qué y luego puedes hasta (con)vivir un tiempo con su presencia, e incluso llevarlos en el bolsillo, es bastante probable que, al desplegar por completo sus "prestaciones" (y "taras"), en cualquier momento escuches un horrendo ¡BOOM!.

Puede que te pete en las manos, mientras subes con el ascensor del trabajo a ver al jefe con las manos temblando por culpa de un finde demasiado largo, en el baño de una cafetería en la que no recuerdas haber entrado o, también, explote a lo loco en un plácido y rutinario control del aeropuerto (justo cuando te comenzabas a permitir coquetear con la idea de que, una vez pasado el control de las narices, y tras el viaje de 4 horas de vuelo, comenzaban realmente tus vacaciones).

Este tipo de adjetivos, que bautizo como self esteem killers, son como una patata caliente, una herida infectada con tanto pus que es imposible dejar de pensar en cómo acabarás arreglándotelas si no te los sacas de encima. Posiblemente, antes de que logres controlar la situación, quizás porque has infravalorado el daño que podrían hacerte, tu autoestima se convierte en este viral:

«Que te tachen de pretencioso (o que te mencionen un escueto link de la RAE que apunta a su definición) es un bajón de primer orden. Te han pillado con las manos amasando aquello que crees ser pero, se siente, no eres.»

Hecho este símil post-consumista, dejémonos las intros genéricas y ambiguas (entremos a la aplicación de adjetivo la pretenciosidad como un calificativo self esteem killer y evitemos hablar en abstracto, que sería como decir "voy al IKEA a comprar unos muebles"). Pongamos algún ejemplillo cotidiano más tangible, un poco sobado y tópico, pero que nos sirva para alisar el terreno antes de entrar en uno de los appealing libros de Alpha Decay este 2017 firmado por Dan Fox.

La pretenciosidad. Por qué es importante. Un ensayo del humilde Dan Fox

Tú siempre te has considerado un tío que se las apaña bien ligando, hasta que te llaman «salido». Un jarro de agua fría polar, tres focas y dos pingüinos te caen encima.

Siempre te ha gustado llegar un poco tarde al trabajo y salir unos minutos antes, pero cuando te comentan que desde hace meses se te conoce en todo el edificio como "el vago", te quedas muy, muy descolocado.

Y, ahora sí, ya sabéis por dónde voy: siempre te ha gustado hablar de libros, comprar ropa cada temporada, suscribirte a un par de revistas extranjeras de arte y diseño... Nada del otro mundo, hay gente mucho peor que tú, te dices, riéndote para tus adentros, satisfecho por haber encontrado el equilibrio perfecto entre una vida activa, humilde y sencilla pero, al mismo tiempo, también nutrida (en su justa mesura, claro, porque eres de los que sabe) por contenidos y planes arty y culture flow que encima inspiran también a los que te rodean.

Hasta que toda esta actitud cosmopolita y sensible queda barrida durante una discusión con alguien a quien quieres: un colega herido porque no te has interesado por su nuevo curro como pizzero en un resort de Mallorca, una pareja que conoces de tu época universitaria en Economía, cansada de que solo elijas tú las pelis del cine "porque, claro, estás tan al loro de lo que pasa o pasará en el Sundance que para qué vas a molestar al otro haciéndole elegir cualquier mierda de peli en 3D".

 

De golpe, Galaxy Note 7 Tribute (Self Esteem Killer remix): el selfie que te solías hacer cada mañana como un rockstar del buen gusto y la vanguardia cultural ha pasado al «lo que pasa contigo es que eres un pretencioso y un flipao, ¿vale?.»

Dan Fox, eminencia cultural del nuevo milenio (que no es lo mismo que eminencia millenial, cuyo significado me parece un oxímoron), periodista (también cultural) y crítico de arte contemporáneo, saca a relucir y pone como destacado en su muro literario-ensayístico una defensa a ultranza, bien urdida, documentada y sin dobles interpretaciones de la pretenciosidad. Toca tanto el arte como la música comercial, las vanguardias, el consumismo hipster y también temas de género y clase. Su visión, que apunta a una perspectiva inclusiva y holística, sirve para empaparse con un tropel de ejemplos y postulados que van sosegando el prejuicio del que espera encontrar en este libro un flipado cualquiera diciendo que él es la bomba sin más. Todo lo contrario, veamos:

Sugerir que alguien es pretencioso equivale a decir que se comporta de un modo inadecuado a su experiencia y condición económica.
— Dan Fox

La batería que alimenta la pretenciosidad es imprevisiblemente falible y, aunque intentes disimular mientras está echando humo a tu alrededor al borde de explotar, te van a pillar incluso antes: por falso, por ser un impostor y por haber comprado en Ali Express la Pretentious Battery Lifestyle. Porque, ingenuo de ti, en cualquier blog techie te recomendaban que no lo hicieses, que había que comprar la Justified & Coherent Lifestyle Battery 100% Original and Expert Tested en la tienda (100% Oficial). Es la única que que realmente te permite funcionar sin que te pete a las pocas semanas por exceso de excentricidades en tu personalidad dudosa. Así es: al hablar de la pretenciosidad tal y como estamos acostumbrados —y como Dan Fox trata de desplegar para luego contrarrestar— tiene que ver tanto con la clase social como con la vida urbana consumista en versión posmoderna:

Vivir en las grandes ciudades de Occidente es sinónimo de estar rodeado de reivindicaciones de autenticidad. Nos animan a buscar lo original y a no dejarnos embaucar por los sucedáneos engañosos de la pretensión. La autenticidad es una forma de autoridad; una legitimidad en el discurso, el vestir o las acciones. [...] Ser auténtico es una virtud e invertir en ella es una demostración de olfato financiero.
— Dan Fox

En resumidas cuentas, creo que cualquiera que lea esta forma de entender la pretenciosidad secundará sus postulados peyorativos. En nuestras sociedades, ser tildado de pretencioso es ganarte un epic fail como persona íntegra y socialmente aceptada, y conlleva perder puntos para situarte en el escalafón social de aquellos que, con honestidad y ajustándose a lo que realmente dicen ser y hacen lo que se espera de ellos, cumplen las expectativas de lo que se supone que dicen que hacen, que dicen que son, que dicen que harán o que dicen que han hecho.

 
 

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Mandamos a todos los pretenciosos al paredón? 

No. No. Como iba diciendo, Dan Fox se dedica en La pretenciosidad. Por qué es importante a definir la pretenciosidad como algo tóxico porque él tiene una fórmula para convertirla en algo potable, en algo que no es malo y que no explotará en ningún avión, por muy lejos que vaya.

Ser pretencioso, de hecho, es algo mucho más común en todos nosotros de lo que pensamos, y algo tan viejo como la rueda o las dentaduras postizas. Y no solo en la vida de cualquiera, sino también en la de aquellos que se dedican al arte y a la creación artística, por supuesto; Dan Fox defiende a los pretenciosos y pretenciosas a capa, espada y pistola eléctrica, y no está nada mal lo que cuenta. Let's go for it, con un buen quote de Brian Eno que Fox toma como punto de partida para reivindicar el flow en positivo de la pretenciosidad:

Decidí convertir la palabra ‘pretencioso’ en un cumplido. La creencia general es que hay gente ‘real’ y luego otra gente que pretende ser algo que no es. También existe la creencia de que hay algo malo desde un punto de vista moral en ese tipo de pretensiones. Mis creencias acerca de la cultura como aquel lugar en el que uno puede asumir riesgos psicológicos sin incurrir en daños físicos me hacen pensar que la pretensión es lo más importante que hacemos. Es lo que nos permite desarrollar nuestros experimentos mentales, averiguar cómo seríamos si fuéramos distintos.
— Brian Eno, 'A year with Swollen Appendices'

¿Qué os parece lo que cuenta Brian Eno? ¿Es pretencioso en sí mismo? Tras darle algunas vueltas, acudieron a mi maltrecha mente algunos ejemplos relevantes sobre gente que, efectivamente, en algún momento de su vida, comenzaron a actuar, vestirse o a producir contenidos artísticos sin que estuviesen "legitimados" para poder hacerlo.

 

Mis 3 ejemplos en favor de la pretenciosidad

 

1. Richie Hawtin (M-NUS/CAN)

Richie Hawtin, uno de los djs más relevantes de la historia de la electrónica, que ha logrado mantenerse en activo desde sus comienzos, era uno de los pocos de su clase que se iba a Detroit cuando podía, para comprar ropa rara y vinilos que otros veían como si quisiese llamar la atención, intentar destacar, hacerse el especial, etcétera. Medio mundo adicto al techno mataría por haber vivido el nacimiento del techno de Detroit, que ha acabado convirtiéndose en un mito fundacional idealizado y que posiblemente, en su momento, si alguno de nosotros hubiésemos vivido en Windsor, lo hubiésemos considerado una pérdida de tiempo, teniendo los cines de fin de semana y los colegas para ir al parque y comer palomitas o jugar al básket. En el documental de la vida de Hawtin, la cosa queda más clara. 

2. La película Beautiful Boxer

¿Os suena la película Beautiful Boxer? El travesti tailandés que quiere meterse en el mundo del Thai Boxing, pretendiendo ser una mujer/hombre que desafía cualquier tradición que acarrea la masculinidad asociada a la cultura que rodea este deporte? La cuestión del género, efectivamente, incluye también otra mirada algo más luminosa y positiva al respecto de una definición no estigmatizada de la pretenciosidad. Dan Fox da buena cuenta de ello. 

3. La película de El club de la lucha

El teatro o el cine, en el que los actores hacen papeles fingidos y que, obviamente, su personalidad no tienen mucho que ver con su vida en la realidad, se apunta al carro. No me digáis que Edward Norton y Brad Pitt no resultan un par de flipados del palísimo extreme en El Club de la Lucha.

 

Dentro de los ejemplos que Dan Fox usa en La pretenciosidad. Por qué es importante, el arte contemporáneo, empezando por el urinario de Duchamp (por ejemplo), es otro de los suculentos campos en los que se mete Fox. Ahí va de nuevo:

Si se tacha al arte de pretencioso es, entre otras razones, porque no le hace ascos al riesgo creativo y el riesgo a menudo conduce al fracaso. El fracaso es sólo uno de los mecanismos por los que el arte avanza, justo igual que en la ciencia. No todos los artistas podrán hacer una obra maestra, pero son los experimentos que tropiezan en el camino los que finalmente conducen a ellas. Hay una forma de ver la pretenciosidad mucho más generosa: entender que el desajuste entre expectativa y resultado práctico es una necesidad productiva en vez de un defecto.
— Dan Fox

Los críticos de arte y los llamados expertos también reciben un par de yoyas por parte del autor residente en New York (no sabemos sin en Brooklyn): «cuando confiamos en la autoridad de una persona sobre un tema le llamamos entendido o especialista. Si ese conocimiento nos hace sentir incómodos, tildamos a esa persona de friqui o "experto autoproclamado", la acusamos de prepotente y de imponer sus oscuros gustos a nuestras vulgares y compartidas referencias».

Llegados hasta aquí, podría seguir metiendo la chapa y ahondar en mi halo de pretenciosidad pero creo que, con estos apuntes, ya podéis haceros una mejor idea de por dónde van los tiros de Fox en La pretenciosidad. Por qué es importante. Podemos estar más o menos de acuerdo en lo que defiende, pero tildar de pretencioso o irrelevante su trabajo, intentando criticarlo en plan "el cazador, cazado" es más bien como ir a ver el urinario de Duchamp y, para hacerte el gracioso (y acabar en la cárcel), ponerte a mear en plena sala para reivindicar su verdadero uso y denunciar su excentricidad ridícula y de listillo; con tan mala fortuna que, debido a tu excitación ante tamaña ilegalidad dadaísta performática, te despistas y acabas apuntando con el chorro fuera y mojándote los zapatos. 

Así que, para terminar este primer review de la nueva sección llamada Book Parade, podría añadir un grito clamuroso y reivindicativo que Fox aprobaría sin duda: Pretenciosos del mundo, uníos.

Lo dejo aquí, con la cita más literaria del libro y que más me ha petado la cabeza tras la lectura.

 
cita quentin crisp
 

Ahora que la releo, sin embargo, quizás podríamos englobarla como una cita de autoayuda para pretenciosos, ¿right?