Dawn Love

«Los hombres solitarios son de dos a tres veces más propensos a morir que quienes mantienen estrechos lazos con los demás mientras que, en lo que respecta a las mujeres solitarias, este riesgo es solo una vez y media superior al de las mujeres más sociables.»


Mucho me temo
querida Liz
que tampoco nos ceñimos
a estas perturbadoras y mortíferas
revelaciones
Otra vez, para bien o para mal
estamos por encima de las estadísticas
incluso más cerca de la muerte
lejana pero atenta
a nuestros movimientos y deslices.

No amo para no sentirme solo
ni tan siquiera para suplir con
desespero una falta inherente de cariño
amo para reivindicar, paradójicamente,
nuestra soledad,
me siento ya ajeno a todo, y dispuesto
a acompañarte y que me acompañes
solo cuando la vida
la muy puta,
coincida con nosotros en que así debe ser
Eso ocurre, lo sabemos, cuando un alud
de azares trabaja a destajo y sin concesión
para lanzarnos apasionadamente
al desierto urbano acercando nuestros cuerpos
y bajo la inclemencia de las estaciones de cambio
en las que el frío no perdona y el amanecer
siempre nos gana la partida.

Quizás, por eso, lo nuestro
se trate, más bien,
de un asunto de supervivencia.

También, por eso, pervive,
siempre,
el áurea de tu presencia,
la delicadeza de tu inescrutable nostalgia
el deseo y el pánico que
sientes y sentimos cuando
nos volvemos a separar
y todavía no ha llegado,
tan siquiera,
ese eterno primer beso.

Ahora, entre tú yo, sin que se entere la gente.

No me digas que todo esto, por muy abrumador y exasperante que pueda ser a veces, no convierte este viaje inhóspito llamado existencia en momentos de tanta fuerza y belleza como aquel en el que dos extraños y apuestos jóvenes comparten, por azar o por una no reconocida necesidad de supervivencia, asiento en un tren destino Viena, antes del amor, antes del amanecer. 
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