Una noche en The Blocken: fiesta secreta, lotería y keta. Una noche en The Brocken: practicando bailes con una Dj amateur de poca monta. Una noche en The Brocken: Por Favor.
Siento que baja la intensidad y el ánimo inicial y ya vemos la fiesta con bastante menos carisma trash. Busty Teen Dj acaba su set con algunos aplausos y entra en escena algo que no pinta nada bien. Dj Miguelín da Silva, de aspecto latino y cara de gustarse mucho. Su repertorio inicial consta de un beat porculero —es decir, monótono sin gracia, facilón, incapaz de sostenerse por sí solo— y temas que suenan a Matinée descolorido pasado por unas castañuelas caseras y la voz de su abuela cantando en la ducha. Tengo que reaccionar ante este despropósito musical: sigue haciendo calor y me planteo si es el momento de comenzar mis clases de baile. Para ello, tomo a Cayenne de la mano e inicio el show.
1. Baile lo vivo enchufao: cara muy seria, mirada frontal a la víctima y bailando por encima del beat. Es decir, que en cada beat hagas mínimo dos movimientos y no uno solo, generando una sensación de hiperbaile y de sobrerevolucionado que hace que a) el resto parezcan desacompasados y b) te pidan speed todos los que se cruzan contigo. Canción ideal para hacerlo:
2. Baile techno-perraco: buscas el frente de Cayenne y apoyas el tuyo. Caras muy cerca, manos en las caderas y hacer justo lo contrario que en baile 1. Un movimiento cada dos beats, ralentizando el tiempo, ojos cerrados y agarrarse la propia camiseta del pecho en plan buf me follaría a mí mismo así que mejor que lo hagas tú. Canción ideal:
3. Baile acoso y derribo hard: lentamente acompaño a Cayenne hacia la pared. Su culo queda pegado contra ella —cosa que siento en el alma, imaginaos las paredes de The Blocken a estas alturas—. Coloco también una mano en la pared —todo sea por el baile, damn— y con la otra recorro el cuello de Cayenne desde un lateral hacia su escote. Acto seguido, miro al suelo y veo cómo ella sigue el ritmo con los pies —y se está partiendo la caja con mi show, cosa que me resta credibilidad, una vez más—. Paso final, pongo las dos manos contra la pared, arrimamos los cuerpos y Cayenne queda en medio, como encerrada, y levanto la vista al cielo como agradeciendo al Organizador del Cotarro que haya sido tan considerado conmigo en ocasiones así. Temón para hacer esto:
Transpirando y pasado de vueltas, regreso con Cayenne a la narco-chill-zone. Esta vez nos sentamos felices en la silla metálica de barbero. Es un poco como el trono de un rey acid. Puedes ver a lo lejos el Dj pinchando y a la derecha los yonkies ravers garrulers. Es decir, lo controlas todo y no haces nada salvo impregnarte sin esfuerzo del ciego general.
Shit. Noto mi voz quebrada, ronca. Intento susurrar algo al oído de Cayenne y ella gira la cabeza hacia mí y pone cara de Qué coño me estás contando con esta voz de leñador carajillero de les terres de Lleida. Pero, como bien sabemos gracias a los taoístas y al sentido común de la portera —no hay mal que por bien no venga— caigo en la cuenta de que mi voz es muy Rust, el prota yonkipro de True Detective. Así que eso me dota de toda una gestualidad parecida a la suya y me hace sentir bastante interesante y con carácter poco habitual. La silla de barbero me viene al pelo. Miro a un tipo bajito de ojos pequeños y mentón chato que está a mi lado. Me dirijo a él con voz de Rust.
—Compañero, colega, tío, Miguelín da Silva, el puto Dj que está ahora dándole al Sync en nuestro jeto, ¿a ti que te parece? —Doy una ultra calada y sé que ya de base he cometido el error de preguntar. Rust solo pregunta a víctimas, testigos y sospechosos, nunca para entablar conversación. Pero a estas alturas del rodaje hay que tirar del carro como sea y pasar el rato con dignidad. —¿Qué Dj dices? ¿Ya no está la tía esa tetuda? Es que desde tan lejos no veo. —Creo que se debe más a tu estatura que no a la lejanía de la tarima, pero es reconfortante comprobar que tu capacidad para mentirte y justificarte, tan propia de nuestra especie, sigue intacta a las...joder, ¿5 de la mañana? ¿El puto Miguelín da Silva lleva ya una hora destrozando mi gusto musical? Cayenne —la miro y toso profundamente—, we should go. Quiero dar una vuelta por los polígonos de la zona y hacer check-in en Foursquare en cada uno de ellos. Foursquare poligonero, qué de puta madre. —Quiero fumar otro porro, espera —y me acaricia el pelo y luego dejo caer mi espalda hacia atrás y noto como mis hombros se destensan. Qué prisa hay, en realidad, añado.
No sé si salimos de ahí a las 6 o a las 8 pero ya es de día cuando bajamos las escaleras y el punki nos comenta algo acojonado que la poli ha estado merodeando por la calle; que salgamos al trote y vayamos directos a la Diagonal. Me guardo la harina y los trocitos de pan en la huevera. Dek y Reel siguen por ahí arriba, han conseguido soportar la penuria causada por Miguelín da Silva y ahora disfrutan con un tío que toca el violín eléctrico junto con el live en el ordenador y cuyo resultado, vistas las limitaciones de The Blocken, es bastante decente.
Ahí van los Mozos de Guarra con su patético Seat Altea. Cayenne y yo seguimos caminando por la acera como si nada. Ella, chica experta en trabajar bajo presión, canta una canción tirolesa que deja descolocados a los Mozos cuando el que conduce baja la ventanilla y nos pregunta que de dónde venimos. 15 seconds in a Secret Party@Barcelona 'Mar'. from Vanity Dust on Vimeo.
Le enseño el vídeo en el iPhone5.
—Venimos de este lugar. En efecto, es un puto desastre de sitio, señor madero. Por eso nos hemos ido. Pensábamos que sería una agradable cena exótica con unos amigos de ultramar que hacía tiempo que no veíamos y resulta que han montado una jarana insoportable y no tiene nada que ver. Si pueden, vayan y pregunten por un tal Miguelín da Silva, es uno de los que maneja el cotarro y también suele pasearse los lunes por la mañana cerca de las guarderías de la zona alta de la ciudad. Y, ahora, si nos disculpan, mi amiga Cayenne está bastante deshecha tras la frustración culnaria que nos hemos llevado al vernos en este lío festivo para orangutanes. Cayenne ya hace rato que ha dejado de cantar cosas del Tirol y ahora, con las facciones tensas y una mirada desubicada pero inquietante suelta en plan a la ligera:
—Por favor.
Los policías se miran. Claro, por favor. Cómo no se les había ocurrido antes, ni a mí tampoco. El 'por favor' de Cayenne es tan ambiguo y desconcertante que deciden no cuestionarlo. Es como una palabra clave que desactiva a los androides. Tan random que te quedas loco. Por favor. Los petaos maderos suben la ventanilla del Altea y arrancan más mal que bien y se pierden por la lejanía poligonera. Una cosa es usar las clásicas armas de chica para salir de un apuro policial: miradita, lo siento agente, verá, escote, etc... y la otra es sencillamente decir POR FAVOR.
Superados todos los impedimentos para alejarnos de The Blocken de una santa vez, paramos un taxi e intento convencer al taxista de que nos deje fumar dentro. Me agarran del brazo por detrás.
—Eh, se me ha olvidado de decírtelo antes. ¿Un gramito de keta y un boleto, colega? Aprovecha que no curraré en dos meses seguidos. —Por favor.